“¿Escolaridad sin escuela  Interrogantes y desafíos en la cuarentena” (Carmen Fusca)

¿Escolaridad sin escuela?

Interrogantes y desafíos de la cuarentena

 Mg Carmen B. Fusca

       

El coronavirus y la consecuente cuarentena   transformaron nuestro vertiginoso mundo. Una súbita detención en la que todo nos cambió y en la que experimentamos múltiples sentimientos de angustia, temores, incertidumbre, fragilidad. En este contexto fue necesario cerrar las escuelas.

         De golpe niños, niñas y adolescentes se quedan en sus casas.

En el contexto de esta durísima realidad, en medio de nuestros propios trabajos subjetivos de elaboración de lo que estamos viviendo surge la necesidad de sostener la continuidad de la escolaridad.

        Y esta situación nos enfrenta a problemáticas diversas. Quisiera plantear algunas.

        Una de ellas es que directivos, docentes, profesores con mucho esfuerzo y poco tiempo tuvieron que dar respuesta para todos los niveles de escolaridad, recurriendo a una modalidad no presencial que plantea requerimientos y formación específica.

         La educación a distancia es compleja, implica entre otras cosas, cambios en los contenidos, en los ritmos de enseñanza, soportes de tutores, elaboración de materiales.

        Así se suma a los docentes roles para los que no están preparados y es una gran exigencia esperar que esto sea posible de un día para el otro. En este momento excepcional, la educación a distancia es una salida de emergencia y es importante asumir que todos vamos aprendiendo y lo vamos resolviendo de la mejor manera posible.

         Por otro lado, las condiciones para sostener la escolaridad a distancia no son iguales para todos los niños. Hay alumnos que presentan dificultades en sus procesos de aprendizaje y muchos otros se encuentran situaciones de grandes desigualdades   económicas y educativas.

        Muchos niños y adolescentes están en desiguales condiciones de acceso a dispositivos tecnológicos, a posibilidades de conectividad, de disponer de espacios en las casas o de contar con adultos que puedan estar disponibles y acompañar.

         También en muchos casos con los niños y niñas que se encuentran con proyecto de inclusión escolar se nos plantean interrogantes acerca de cómo alojarlos desde  las propuestas on line.

        Y muchos otros niños , en situaciones favorables, con entornos adecuados, reciben, algunos en exceso, por diversas vías como watsap, mails, plataformas virtuales , tareas que deben realizar y enviar a sus maestros y profesores.

         Algunas son propuestas más lúdicas, creativas, que los niños pueden realizar de manera autónoma porque cuentan con los conocimientos para hacerlas.

Otras plantean la enseñanza de temas nuevos más abstractos y complejos que si bien en la guía de trabajo se plantea una secuencia, explicaciones y ejemplos, son inaccesibles para que tanto niños como adolescentes las realicen pos si solos.

Otras son largas listas de ejercicios matemáticos que terminan aburriendo y cansando. En algunos casos se plantea la enseñanza de temas de las diferentes disciplinas como geografía, historia  biología y se envían textos informativos que fuera del contexto del aula , sin la previa explicación del docente o la interacción con pares resulta muy difícil abordarlos por si solos.

          Es evidente la dificultad de reproducir la escuela en casa.

Muchos alumnos hacen frente cada día a una gran exigencia. Según la edad de los niños es diferente el nivel de autonomía. Se genera así la demanda de ayuda a los padres que muchas veces pueden hacerlo y muchas otras desconocen las metodologías actuales   o tampoco comprenden qué se pide o no tienen el tiempo suficiente (por sus propias exigencias domésticas y laborales) para ayudar a sus hijos.

Los padres son padres, no son maestros o profesores y esto genera impotencia, exigencia y angustia.

          Estamos en un tiempo diferente. Dice C. Skliar que la escuela está gobernada por la tiranía del tiempo.

Celeridad, rapidez, urgencia siempre están presentes en el ámbito escolar.

Tal vez en este tiempo, tengamos que ir más despacio, detenernos y preguntarnos.

      ¿Es posible seguir enseñando como si nada pasara? 

      ¿Qué espacios abrimos para la escucha de lo que sienten y viven  nuestros niños y adolescentes?

       ¿Cómo sostenemos los vínculos entre ellos y con los docentes?

      ¿En esta etapa excepcional cómo se “re priorizan” los contenidos, esos de los que ya dudamos en épocas “normales” si las hay?

      ¿Cómo evitar la brecha educativa que puede agudizar el uso de propuestas a través de dispositivos con los que muchos niños no cuentan?

        Esta situación visibiliza aspectos naturalizados en nuestras escuelas y reproduce desigualdades que tampoco ha resuelto la educación presencial.

Recordemos que antes de la pandemia cuestionábamos muchos aspectos de nuestros dispositivos escolares. Decíamos la escuela está en crisis, hay una gran distancia entre las propuestas escolares y la realidad de niños y adolescentes actuales. Muchos de los contenidos que transmitimos son obsoletos, carecen de sentido para los alumnos y las maneras de transmitirlos también deben ser revisadas.

      La crisis que estamos viviendo vuelve a poner en jaque lo instituido, lo naturalizado en la escuela y tal vez constituya una oportunidad que posibilite vínculos y propuestas pedagógicas diferentes.

     Seguramente podemos pensar modos de lazos más cercanos con los niños y adolescentes y sus familias, escuchar las propias experiencias de los alumnos, dar prioridad más que a la transmisión de contenidos a favorecer el deseo de saber y aprender, rescatar contenidos de enseñanza que se plantean en los diseños curriculares pero que son postergados por falta de tiempo en la escuela. Me refiero fundamentalmente a las prácticas comunicativas como hablar, escuchar, leer y escribir. A la presencia de la palabra, ya sea oral o escrita.

     La palabra, que crea lazos,   que posibilita el encuentro con uno mismo y con los otros.

     Y si planteáramos a los niños y adolescentes hablar y escuchar acerca de lo que les pasa, leer por placer, elegir cuentos y luego recomendar a sus compañeros aquellos que más les haya gustado. La recomendación de cuentos leídos es un contenido de enseñanza y una excelente manera de construir lectores. Compartir lectura con los padres, escuchar leer al maestro o profesor (si también en secundaria los adolescentes pueden disfrutar de escuchar leer).   

    Propuestas en las que la lectura y escritura rescaten más que nunca sus funciones comunicativas y ayuden a la reflexión sobre los propios sentimientos y emociones. 

Se puede proponer a los niños escribir un diario que puede o no ser compartido según lo desee su autor, ordenar y buscar fotos y construir la historia de cada uno, puede ser escrito en papel o aquellos que puedan realizar un video o power point para compartir con los compañeros.

      Y en aquellos hogares que hay tiempo y posibilidad pueden hablar sobre las comidas preferidas, hacer platos tradicionales o inventarlos y escribir un recetario para compartir con compañeros. Cocinando se aprenden fracciones, medidas de capacidad, proporciones.  Leer el diario con los padres o solos y elegir alguna noticia para compartir. Armar un periódico virtual y leer y discutir juntos con el docente y compañeros. Se puede estudiar geografía, historia o biología a partir de un problema actual que interese a los chicos. Investigar sobre un tema que les interese y hacer una puesta en común.

     Lo que me propongo subrayar es que aprender implica lo contrario de aislamiento social, es encuentro, cooperación, intercambio.

     Que las condiciones en las que se da el aprendizaje y la enseñanza son inherentes a estos procesos. En condiciones excepcionales como estas no podemos simular con las propuestas pedagógicas que todo sigue igual.

     Tal vez haya que modificar o priorizar los contenidos que se aborden. Que éstos   tengan sentido para los alumnos y que en momentos tan difíciles les devuelvan algo del juego, diversión, la propia actividad y creatividad. Y además ir más allá de los conocimientos de las diferentes disciplinas, habilitando el diálogo acerca de lo que estamos viviendo y fortaleciendo los vínculos entre los niños y de los niños con sus maestros. ¿No sería esta también una manera de cuidar a los niños y adolescentes?

A pesar del gran esfuerzo por implementar clases virtuales tenemos la oportunidad de volver a comprobar que la presencia de maestros y profesores es insustituible, que se aprende con otros y a través de otros.

      Aprender es un diálogo, un diálogo mágico. Ojalá en este tiempo de pandemia, de cuarentena, podamos desacelerar los tiempos de la escuela, conectarnos con nosotros como padres, educadores y con nuestros niños y adolescentes.

       Ojalá podamos “propagar” y “contagiar” más lazos de ternura y el placer por aprender.


Carmen B. Fusca

Lic en Cs de la Educación.Psicopedagoga

Mg en Psicología Educacional UBA 
Equipo Entramando Escuelas
Comisión de clínica y educación
Asociación Civil Forum Infancias