“Lxs niñxs primero” (Miguel Tollo)
LOS NIÑOS PRIMERO
El llamado de la ética en la emergencia
Cuando una nave se está por ir a pique, la voz de algún tripulante indica con vehemencia “¡A los botes, las mujeres y los niños primero!!”
Más allá de lo patriarcal con que nos resuena, lo cierto es que también en situaciones de emergencia la sociedad define sin que medie mucha reflexión al respecto una ética básica. En este caso en principio hemos elegido la vida por sobre otros intereses.
Así pues, las emergencias nos plantean a la población el sostenernos en base a principios éticos fundantes.
El Covid 19 afecta más a los mayores de 60 que a los pequeños, pero esto es si nos referimos a los efectos nocivos en el organismo. ¿Qué ocurre en la mente de lxs niñxs y de los adultos a cargo? ¿Cómo podemos ocuparnos de ellxs en medio de una crisis que nos atraviesa como adultos?
¿Qué les ocurre a nuestros niñxs?
Los niñxs no tienen la representación adulta del mundo y de la vida. Eso no quiere decir que no se lo representen. De hecho, a veces lo hacen y lo expresan de un modo más descarnado y directo.
La vida cotidiana de lxs niñxs está mediada por los adultos a cargo en cuestiones centrales para su subsistencia y desarrollo. También desde el punto de vista psíquico ellxs dependen de las personas a cargo. Entonces, no podemos pensar en el bienestar psíquico infantil sin considerar el de los adultos.
Los adultos padecemos esta amenaza planetaria y no es exagerado pensar que nos sentimos muy pequeños frente a un poder que nos supera. Nos aflora la infancia en muchas ideas y comportamientos.
Ocurre asimismo que hasta no hace mucho tiempo los padres funcionaban como filtro e intérpretes de la realidad. Resultaban los grandes referentes en ese sentido. Sin embargo, hoy, los medios de comunicación penetran con tal fuerza en la vida familiar que esa función tan vital es frecuentemente vulnerada.
Y la decodificación de lo que reciben muchas veces se procesa solo desde sus propias fantasías y teorizaciones. Le decía un niño de 5 años a sus padres después de haber escuchado el discurso del presidente, que no quería ver más esa serie en la que se decían cosas feas.
¿Cómo filtrar la excesiva y tremendista carga de información que drena por los medios de comunicación? Puede ser necesario saber cuantas muertes ha habido en Italia o en España hoy. ¿Pero cuál es el sentido de escucharlo 10 veces por día? ¿Qué puedo hacer y de qué me puede servir esa información? ¿Qué hace un niñx con ella? ¿Qué le dice el rostro de los adultos abrumados de noticias catástrofe?
Por otra parte, pensemos que la rutina cumple un papel ordenador fundamental en la vida de un niñx. Y esa grilla organizada, que solo se modifica en parte con la llegada del fin de semana y les permite un encuadre temporal de sus actividades y descanso, también ha sido desordenada.
Agreguemos que el desplazamiento, el juego con sus compañerxs, la descarga motriz, el encuentro con otrxs adultxs se ha visto sensiblemente acotado en estos días de cuarentena. Y los entretenimientos a diferencia de los períodos vacacionales, son escasos.
¿Tiene todo esto impacto emocional en lxs niñxs? Desde luego. Pero considerarlo así, a la ligera no es lo que nos interesa.
Tampoco hacer una reseña pormenorizada de síntomas que, por cierto, no sería muy difícil de imaginar.
Nos preocupa desde luego la cuarentena y la situación de encierro y aislamiento. Pero la pandemia se ha instalado como una amenaza que descubre un alto grado de inermidad en los humanos con su consecuencia de angustia y tal vez pánico. Y no es precisamente la cuarentena el momento más expuesto a ese embate. Por el contrario, a pesar de sus inconvenientes, es la situación de mayor protección que podemos vivir en estos momentos. Cuando termine y salgamos a la calle y se reanude la vida social y laboral, desde luego en forma restringida, las angustias y los problemas se van a incrementar.
Si algo puede llegar a cambiar en esos tiempos el vínculo con los niñxs, es en aquel modo privilegiado mediante el que habitualmente nos comunicamos con ellxs, con el que expresamos nuestros afectos y también contenemos sus estados de angustia: el modo corporal. La ternura con que los acunamos, alzamos, acariciamos, sostenemos, llevamos de la mano, besamos, vestimos, bañamos, damos de comer, etc.
Los adultxs por nuestra parte, hemos adquirido un modo más verbal de contacto: podemos soportar incluso la distancia virtual sin tanto sufrimiento, aunque dicho sea de paso nunca antes el real de los encuentros corporales ha sido tan añorado. Pero lxs niñxs no pueden dejar de experimentar ese modo de vínculo corporal sin que se les escape algo esencial para su estabilidad emocional. Y esto si es preocupante sobre todo después de la cuarentena, cuando por ejemplo salgamos y volvamos a casa con la sospecha de traer el peligroso virus.
Las caricias de la voz y las palabras
Por un lado, la voz no sólo es el medio, la herramienta por la cual nos comunicamos verbalmente. Se trata de una sonoridad, una musicalidad que en sí misma transmite estados emocionales, mensajes. Esa tonalidad que apenas algunos signos gráficos intentan semejar por escrito o cientos de emoticones procuran emular.
Por otro el lenguaje, las palabras que desde los inicios modelan nuestra subjetividad. Así el juego del fort-da, descripto y analizado por Freud, nos muestra voz y lenguaje acompasadas a la acción del juego que representa el dominio sobre el ir y el volver de algo -alguien-.
En tiempos donde no había ni radio, ni tv ni internet, de noche solían los paisanos en el campo en ronda ceremonial contarse historias fantásticas, leyendas de personajes de antaño, alguna vez vistos por los abuelos. Esas fantasías, narradas en tono serio y acento verídico, transmitían por un lado saberes y al mismo tiempo daban cuenta de aquello misterioso que la mente jamás podrá conjurar, que en cuotas de temeroso respeto se nos acercaba para reconocer lo pequeño humanos que somos y lo tan necesario que se nos vuelve el amor de los otros. En suma, era el modo con que la cultura ancestral nos recordaba el país de la infancia del que venimos, y la manera de saberse acompañados por los otros. La palabra y la voz pueden acariciar, acercar, transmitir afecto.
El hijo de un paciente, de dos años, espera ansioso la comunicación con su abuela por Skype que le brindará la posibilidad de escuchar un cuento. ¿Hay acaso modo no corporal más cariñoso de acercarse?
Décadas de cultura de imagen, al decir de Guy de Bord de sociedad del espectáculo, han subordinado el poder de la voz a lo visual. ¿Podrá ser esta una oportunidad para rescatarla y darnos cuenta de su capacidad para acercarnos? ¿Podrá ser una vía privilegiada para contener y seguir transmitiendo nuestro cariño a nuestrxs hijxs?
Miguel Tollo
Psicoanalista
1 de abril de 2020
Les dejo un poema de Roberto Juarroz plara seguir pensando (en este caso las palabras valen más que mil imágenes)
Desbautizar el mundo,
sacrificar el nombre de las cosas
para ganar su presencia.
El mundo es un llamado desnudo,
una voz y no un nombre,
una voz con su propio eco a cuestas.
Y la palabra del hombre es una parte de esa voz,
no una señal con el dedo,
ni un rótulo de archivo,
ni un perfil de diccionario,
ni una cédula de identidad sonora,
ni un banderín indicativo
de la topografía del abismo.
El oficio de la palabra,
más allá de la pequeña miseria
y la pequeña ternura de designar esto o aquello,
es un acto de amor: crear presencia.
El oficio de la palabra
es la posibilidad de que el mundo diga al mundo,
la posibilidad de que el mundo diga al hombre.
La palabra: ese cuerpo hacia todo.
La palabra: esos ojos abiertos.
(Roberto Juarroz. Desbautizar al mundo)