Psicoanálisis, sufrimiento y memoria. Una subjetividad posible bajo el amparo de la memoria, la verdad y la justicia colectiva
Lo que es callado en la primera generación, la segunda lo lleva en el cuerpo"
Françoise Dolto
Introducción
El problema o los problemas que trataré de pensar aquí acerca del sufrimiento y la memoria, los ubicaré en el marco conceptual de la relación entre el individuo y el colectivo social-comunitario. [1]
Una relación que nos parece necesario dilucidar a los efectos de comprender no solo los sufrimientos actuales sino también cómo afrontarlos. Padecimientos que, por su presentación de inicio nos lleva a pensar en la existencia de una mutua implicación entre individuo y comunidad, aparato psíquico y subjetividad epocal o como prefiero y lo aclararé más adelante, entre Yo y Nosotros.
El secreto y la inclusión en el colectivo social
En una reciente supervisión, la analista presenta el caso de una adolescente de 19 años con inhibiciones en los vínculos con los otros y en su pensar, lo que le ocasionaba a su vez bloqueos en su proyección académica y en su vida amorosa. Ello acompañado de una tendencia endogámica a quedarse en el círculo familiar de un grupo primario que vive en un pueblo chico del interior. Una muerte inesperada ocasiona una crisis en la familia, la de un tío paterno cuando la paciente tenía 14 años. La pérdida ocurre a consecuencia de un infarto con apenas 30 años. Luego de un recorrido por diversos momentos del análisis de la paciente, surge la pregunta por las causas de la muerte tan súbita de ese familiar, en especial por cuanto la paciente revela intensos temores a lo que pueda ocurrirle a sus familiares mientras ella se ausenta a causa de sus estudios. La analista comenta que, sabe algo que no ha surgido del relato de su paciente sino de un comentario entre colegas. Como se trata de un pueblo pequeño donde todos se conocen, era vox populi que el tío paterno consumía en exceso droga pesada lo que la familia intentaba mantener oculto de modo de evitar los comentarios pueblerinos. Verdaderamente se trataba de un secreto a voces que aclaraba algo más acerca de los motivos del fallecimiento y daba cuenta del modo en que la familia enfrentaba o esquivaba enfrentar un problema que suponía mancillaría su reputación pública.
He aquí entonces un saber, un tramo de la historia familiar y personal, destinado a ser acallado, de manera de evitar el supuesto escarnio social, la humillación y la vergüenza. La paciente sin saberlo culpaba a la viuda de su tío por lo sucedido. Pero además todo esto ponía en evidencia una tendencia familiar a “de eso no se habla”, lo que ocasionaba una difícil resolución del duelo, con todo el sufrimiento y los síntomas que acarreaba.
El ambiente cultural, el colectivo social-comunitario de referencia y pertenencia, obligaba en este caso a mantener un silencio sobre determinados hechos acontecidos, acompañado de ciertos mandatos que se conservan y configuran la vida familiar, tergiversando un fragmento sustancial de la verdad material de lo vivido. La angustia y el dolor de la adolescente parecían en ella obedecer a su fracaso universitario, mientras latía un duelo larvado y una culpa inconciente. Recuerdo la conocida frase de Françoise Dolto “Lo que es callado en la primera generación, la segunda lo lleva en el cuerpo”.
Es interesante incluir en la reflexión sobre este caso, por un lado, el lugar del secreto en la vida familiar y por otro la presión de la opinión pública, los costos de la inclusión, que daba destino de negación o de represión a aquello vivido y a las marcas en la historia de la paciente.
Lo que cabe advertir asimismo es que la presión de la opinión pública no necesariamente se ejercía de modo explícito. En todo caso podríamos postular la réplica interna de un mandato superyoico o la consideración de los beneficios de la pertenencia, de la inclusión, lo que nos abre la perspectiva de otra ecuación subjetiva. ¿Cuáles son las ventajas de mantener un secreto?
Dice Gérard Vincent que “la vida privada se refugiaba también en los secretos. Secretos de familia, es decir, cosas que permanecían ocultas, incluso a los niños. Secretos personales: sueños, deseos, miedos, pesares, pensamientos fugitivos o tenaces, pero que generalmente no llegaban a exteriorizarse.” y que “los lugares y los momentos de la vida privada se abren así ampliamente a los ruidos del mundo: el rumor del planeta llega hasta el secreto de la intimidad.” (VINCENT, Gérard 1987 pag 75) y que “las guaridas del secreto son la humillación la vergüenza y el miedo.” (VINCENT, Gérard 1987 pag. 104)
Más adelante, hablando del trabajo de la memoria, rescata una afirmación de Heidegger sumamente interesante que considera aplicable a la memoria colectiva, donde el filósofo alemán afirma que “la raíz del pasado se encuentra en el futuro” ya que entiende que “sería imposible comprender el pasado si se ignorasen las maneras con las que los hombres que lo vivían se proyectaban en el porvenir.” (VINCENT, Gérard 1987 99 y 100).
Algunos pacientes, luego de un tiempo y no siempre, refieren acontecimientos traumáticos vividos por generaciones anteriores ya sea de padres, tíos o abuelos. Violencia familiar, acoso, abuso, estafas, perversiones, abandonos, suicidios, crímenes, delitos, catástrofe económica, migraciones, que se mantienen en secreto o borrosamente adquieren relato en la generación de sus padres, pero que demuestran luego su poder residual en silencios, miedos, comportamientos bizarros, repetición de escenas en pasajes al acto. Algo así ocurre con los acontecimientos de impacto colectivo en nuestro país como las crisis económicas y políticas, la guerra de Malvinas, el Terrorismo de Estado, la crisis del 2001, etc- Además de los traumas y duelos no elaborados, hay un temor a la repetición.
Aún cuando aceptemos la modalidad del secreto, a diferencia de otros modos de conservación en la memoria como la inscripción traumática, podríamos suponer que la fantasmática social desde la cual se normatiza una inclusión, se sostiene en base hechos pretéritos que probablemente también quedaron inscriptos de modo traumático en la memoria colectiva.
¿A causa de qué suceso asola la peste en Tebas? En el drama Tiresias desempolva los secretos de una historia, la de un asesinato a manos de Edipo, pero también otro secreto encubre una historia previa que cuenta de cómo Layo y Yocasta, sus padres, advertidos del peligro que corrían en el futuro, buscaron resolver ese funesto vaticinio mediante un fallido filicidio. Como decía Heidegger, el modo en que se comportaron tuvo sentido según cómo creían que se proyectaba su porvenir. La memoria no da cuenta solo del trauma acontecido sino de aquel temido en el futuro.
los lugares y los momentos de la vida privada se abren así ampliamente a los ruidos del mundo: el rumor del planeta llega hasta el secreto de la intimidad.
Los pactos colectivos y la subjetividad
Cabe preguntarnos entonces ¿que leen nuestros niñes y adolescentes en nuestros comportamientos, nuestros discursos como adultos, acerca del futuro? ¿Qué silencios, qué secretos callamos y a pesar de ello influyen en sus vidas?
Silvia Tubert sostiene que hay una contradicción central en la adolescencia que es la oposición entre vida y muerte. Junto al “re-despertar” de la sexualidad aparece la irrupción de la idea de la muerte como irreversible y definitiva, ya que para el niño aparece como algo vagamente reversible. [2] (TUBERT, S. 1986) De ahí que probablemente el sujeto se ve empujado a la búsqueda de trascendencia desde un colectivo superador de su pequeñez, limitaciones y finitud, sin que esto constituya como dice Yago Franco en referencia a Castoriadis, una fuga desesperada ante la muerte, incentivada por el régimen capitalista. (FRANCO, Y. 2011) En todo caso como dice Primo Levi buscamos que los objetivos de la vida sean “la mejor defensa contra la muerte”. (LEVI, P. 1986)
¿Cuál es el porvenir de una adolescente? ¿Como conjura la idea de muerte? Es ahí donde, desde mi punto de vista, el colectivo social de pertenencia, el “nosotros” comienza a cobrar relevancia en y para la adolescencia. El comportamiento adolescente circula de acuerdo a ese desprendimiento del núcleo familiar primario hacia espacios extrafamiliares. Espacios que adquieren el enunciado que pone en abstracciones o generalidades las experiencias: el cole, el centro de estudiantes, el barrio, los vecinos, el club, la barra, la hinchada, el partido político, el gobierno, etc.
Podemos afirmar que tanto la memoria como el proyecto colectivos son decisivos para la posibilidad de la exogamia adolescente.
Nos decía León Rozitchner que lo que realmente define el sentido histórico de un drama subjetivo es otro hecho fundamental que sin comprenderlo “el sentido del drama edípico se jugaría al margen de la historia: es el tránsito realmente efectuado, en el origen de la historia del hombre, de la horda primitiva a la alianza fraterna. El Edipo individual carece de sentido, en la conducta del hombre, si se lo separa del Edipo histórico. Solo, pues, si incluimos en el tránsito a la cultura individual el transito histórico de la horda primitiva a la alianza fraterna, la verdadera significación del drama individual se nos aclara: La divergencia entre ambas concepciones de la génesis de la conciencia moral se atenúa pues aún más si se pasa de la historia evolutiva a la filogenética”. (ROZITCHNER, L. 1972 p. 75).
Sabemos de la importancia del lazo comunitario y la calidad del mismo en la constitución psíquica, tanto como del modo de elaboración colectiva de los malestares, aquello que es pautado olvidar o recordar, en la manera en que sujeto podrá sobrellevar su presente y proyectar su porvenir.
No son sin consecuencias los modos del lazo social que a la manera de la horda primitiva destilan violencia, estigmatizan, culpabilizan y excluyen a diferencia de aquel en el cual se reivindique la alianza fraterna y la justicia.
¿Es posible la memoria individual en una sociedad que propicia el olvido como forma paradójica de conjurar el malestar? ¿Es viable afrontar los desafíos personales y grupales en una sociedad que se configura más cerca de la horda que de la alianza fraterna y que no aspira al crecimiento colectivo?
Me comenta un padre que su hija, catalogada de autista -cuestión que daría para toda una reflexión sobre los estigmas contemporáneos- es acosada y burlada por sus compañeres a la vista de las maestras, sin que medie reacción por parte de ellas.
Los dramas del social-comunitario recaen en los sujetos al modo de un dolor social que Yolanda Gampel define como “el padecer que se origina en las relaciones humanas como conjunto” (GAMPEL, Y. pag. 17 – 2002) [3]
Podemos pensar lo social comunitario desde el nosotros de las vivencias colectivas que nos provoca alegría o tristeza, sentimientos de potencia o debilidad. Festejamos el triunfo de nuestro equipo, lloramos la muerte de un personaje famoso o de un líder popular. Nos animamos a enfrentar riesgos o claudicamos ante el desánimo colectivo. Manifestamos juntos para hacernos oír mejor ante los poderes.[4]
“El conocimiento de las neurosis que los individuos contraen ha prestado buenos servicios para entender las grandes instituciones sociales, pues las neurosis mismas se revelan como unos intentos de solucionar por vía individual los problemas de la compensación de los deseos, problemas que deben ser resueltos socialmente por las instituciones”
(FREUD, S. 1913, pág. 189)
La hipótesis de una inscripción psíquica de lo colectivo
En todo esto, en esta revisión del nosotros en relación al sujeto, va decantando un cuestionamiento al Yo individual, a la fantasía de la individualidad como define Almudena Hernando en su libro homónimo. Y Freud es categórico cuando advierte los límites de esa fantasía al plantear que:
“El conocimiento de las neurosis que los individuos contraen ha prestado buenos servicios para entender las grandes instituciones sociales, pues las neurosis mismas se revelan como unos intentos de solucionar por vía individual los problemas de la compensación de los deseos, problemas que deben ser resueltos socialmente por las instituciones (FREUD, S. 1913, pág. 189)”
El individualismo contemporáneo es tanto ideología y creencia que constituye y alimenta una afirmación omnipotente del Yo y a la vez negación del Nosotros con la consecuente desvitalización subjetiva.
El Nosotros retorna en un sinnúmero de expresiones que dan cuenta de su importancia en la cotidianeidad. “Lo que pasa es que la gente no quiere laburar”, “nosotros somos el pueblo”, “son planeros y no agarran la pala”, “los políticos son todos corruptos”, “este es un país de mierda. me quiero ir”, etc. Las referencias a entidades colectivas como “la gente”, “los trabajadores”, “el campo”, “los argentinos”, “los seres humanos”, “los políticos”, etc. si bien nos muestran diferentes niveles de formalización y consistencia de la juntura de esas pluralidades, pone de relieve su recurrente utilización al servicio de posicionamientos subjetivos. En general nos explicamos estas apelaciones en términos ideológicos, sociológicos, de opinión pública, influencia mediática, etc. Buscamos la lógica individuo-sociedad que las sustente.
Ahora bien, si se da una lógica interna del sujeto que procura darle fundamento existencial a su situación personal, explicarse y operar sobre sus malestares y sufrimientos en base a esos imaginarios y construcciones discursivas colectivas, ¿le podríamos dar un estatuto metapsicológico distintivo? ¿Podríamos hipotetizar alguna instancia psíquica que represente al nosotros?
Por mi parte he venido pensando que ese plural que impacta desde el exterior, pero también se conjuga en lo subjetivo, podría efectivamente llegar a constituir una instancia psíquica tan significativa como el Yo, que se articula desde el sujeto a nivel del enunciado como también en su vertiente imaginaria.
Ricardo Rodulfo se animaba a postular al nosotros en un estatus metapsicológico específico, ubicando su origen en la adolescencia. Allí cifra la inscripción del nosotros como nuevo acto psíquico Ese nosotros psíquico en correlación con el nosotros social tendría lugar desde condiciones contextuales extrafamiliares cuyo poder sería equiparable a los agentes de subjetivación primarios familiares. (RODULFO, R. 2004 pag. 121)
Es posible conjeturar que, sin ese Nosotros interno y externo, el sujeto queda solo con sus problemáticas y las que el entorno le provoca. Esa noción de individuo, autosuficiente puede determinar un devenir patológico.
Reflexiones finales
Cabe advertir que el problema que tenemos en nuestro tiempo no es solo el de la rememoración sino el de qué hacemos individualmente con ella. En todo caso, la desmemoria, el olvido, el secreto, la desmentida, ¿no serían acaso ciertas operaciones subjetivas promovidas por una dificultad de la conciencia y del pensar del individuo aislado, aturdido por el contexto? ¿Puede recibir nuestra percepción estímulos tan intensos y contradictorios en lo cotidiano como salir todos los días con el trasfondo de noticias que nos percuten la conciencia haciéndonos saber que comemos alimentos contaminados con glifosato, que respiramos en un ambiente trastocado por poderes que nos exceden, que podemos perder la vida a manos de un delincuente, con vaivenes económico financieros de desarrollo incierto, con pandemia, con amenazas de guerra mundial, y al mismo tiempo albergar la ilusión de progresar y en algunos casos de sobrevivir?
Quizás, el punto de redefinición de nuestro estar en el mundo se encuentre en crisis por una subjetividad moderna que se ha diluido y ha dado paso a una subjetividad sin fundamentos consistentes, en la fluidez de acontecimientos inexplicables e inefables. ¿Cómo seguir apegados a la vieja “individualidad”, voluntariosa y racional que pretendía sustentar la existencia a fuerza de grandes relatos, figuras señeras, paraísos futuros y un yo autosuficiente?
Lejos del cógito cartesiano me referencio en aquello que planteaba el activista político y filósofo senegalés Léopold Sédar Senghor “Yo siento al Otro, yo danzo con el Otro, luego yo existo” donde la existencia no se da sin el amor, la otredad y la creación. [5] (SENGHOR, L. 1975)
No quiero dejar de lado la cuestión clínica que nos preocupa y con la que comencé esta reflexión. Entiendo la práctica psicoanalítica como una praxis, ubicada y condicionada por un contexto, pero al mismo tiempo con una semi autonomía en su dispositivo. Cuando Yolanda Gampel se pregunta “¿qué posición adopta el analista frente al dolor de lo social?” responde simplemente con la propuesta de que habilitemos un espacio en que sea posible hablar de ello, aun si no poseemos una respuesta a los planteos. “En mi opinión -dice Yolanda- debemos resguardar el marco terapéutico, y para mi ello significa no tentarnos de hablar sobre nosotros mismos ni expresar nuestras ideas.” Tomando lo ya trabajado por Janine Puget y Wender sugiere “mantenernos en la puerta de acceso a la realidad exterior compartida, hacernos a un lado para ayudar al otro dándole la posibilidad de acceder a su mundo personal, sin mezclarlo con el nuestro” (GAMPEL, Y. pags. 18 y 39-2002)
Referencias
[1] Trabajo presentado en la Mesa Pre-Congreso XV Congreso Anual XXXV Symposium de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, 28, 29 y 30 de septiembre de 2023. Psicoanálisis, entre historias y devenir, junto a Yago Franco y la coordinación de Graciela Macotinsky. Miércoles 5 de julio de 2023.
[2] Al respecto decía Enrique Pichon Riviere: “En los sueños, lo siniestro aparece comúnmente ligado a vivencias infantiles. El motivo es que el impacto inicial, en la infancia, es tan intenso que se lo reprime. Y, desde ese momento, la vivencia queda mercada y se convertirá, realmente, en lo siniestro, cuando vuelva a rugir, casi inexorablemente en la juventud” (ZITO LEMA, V. 1976)
[3] Un social comunitario que es socio histórico ya que como nos dice Jaques Hassoun “todos estamos inscriptos -uno por uno- en una genealogía de sujetos que no ignoran que son mortales. Es eso mismo lo que diferencia lo humano de lo animal: un saber sobre la muerte y la genealogía que dicta la necesidad de que un mínimo de continuidad sea asegurado.” (HASSOUN.J. pag. 15 1994) Esto nos remite pues a un tipo de asentamiento subjetivo de una memoria que proviene de la experiencia colectiva y de su historia. Una memoria a veces transgeneracional inscripta en nuestros cuerpos que a pesar de su silencio igualmente nos implica.
[4] La idea de un Nosotros constitutivo y constituyente, no debiera llevarnos a sustancializar su presencia. Como dice Carlos Cullen: “ese nosotros, mera estructura, también acontece. Y en tanto acontece, se vincula ahora, con el fondo abisal del tiempo: se vincula con lo que ha sido y con lo que todavía no es. Se manifiesta el nosotros como “ahora”, como “instante”, que inaugura un antes y un después. El nosotros acontece y en cuanto tal no gana una inteligibilidad, una estructura, sino un nombre, un nombre propio, una identidad. Justamente se trata de la libertad que es lo que acontece en el nombre del nosotros.” (CULLEN, C. – 1987)
[5] “El Negro-africano, no ve el objeto, lo siente. Es un puro campo sensorial. Es en su subjetividad, en la punta de sus órganos sensoriales, donde él descubre al Otro. He ahí emocionado, girando, en un movimiento centrífugo, del sujeto al objeto sobre las ondas del Otro. Y no es una simple metáfora, puesto que la psique contemporánea ha descubierto la energía bajo la materia: las ondas y las radiaciones. He ahí donde el Negro-africano que simpatiza y se identifica, que muere a sí para renacer en el Otro. Él no asimila, se asimila. Vive con el Otro en simbiosis, con-nace al Otro (…) Sujeto y objeto son aquí, dialécticamente confrontados, en el alma misma del conocimiento, que es acto de amor. “Yo pienso, luego yo existo” escribía Descartes. La diferencia ya está hecha, se piensa siempre cualquier cosa. El Negro-africano podría decir: “Yo siento al Otro, yo danzo con el Otro, luego yo existo”. Porque danzar es crear, sobre todo porque la danza es danza de amor. Es en todo caso, el mejor modo de conocimiento (…) La luz del conocimiento ya no es esa claridad inalterable que se posa sobre el objeto sin tocarlo y sin ser tocada por él: es un fulgor turbio nacido de su abrazo, el chispazo de un contacto, una participación, una comunión.” (SENGHOR, L. 1975)
Bibliografía
FRANCO, Yago (2011) Más allá del malestar en la cultura. Psicoanálisis, subjetividad y sociedad. Ed. Biblos 2011
FREUD, Sigmund (1921) Cap. III Otras concepciones de la vida anímica colectiva en Psicología de las masas y análisis del Yo. Tomo XVIII Amorrortu Editores
– Totem y Tabú
-Moises y la religión monoteistaGAMPEL, Yolanda (2002) El dolor de lo social Psicoanálisis APdeBA – Vol. XXIV – Nº 1/2 – 2002
HASSOUN, Jacques (1994) Los contrabandistas de la memoria Ediciones de la Flor
LEVI, Primo (1986) Los hundidos y los salvados Editorial Ariel 2014
LEWCOWICZ, Ignacio (2003) La experiencia de nosotros. Apuntes para una microfísica del pensar. Exposición en la Facultad de Psicología de Córdoba. 6/8/03 Disponible en www.estudiolwz.com.ar
PROST, Antoine (1987) Fronteras y espacios de lo privado en Historia de la vida privada. Tomo 5. De la primera guerra mundial hasta nuestros días Bajo la dirección de Georges ARIES y Philippe DUBY. Ed. Taurus Historia
RODULFO, Ricardo (2004) Un nuevo acto psíquico: la inscripción o la escritura del nosotros en la adolescencia en El psicoanálisis de nuevo. Elementos para la deconstrucción del psicoanálisis tradicional. Eudeba 2004
ROZITCHNER, León (1972) Freud y los límites del individualismo burgués – 1a ed. – Buenos Aires :Biblioteca Nacional, 2013.
SENGHOR, Léopold Sédar (1975) “Elements Constitutifs d ́une civilisation d ́inspiration négro-africaine”, en Présence Africains, février-mars 1959, p. 255. Citado en: SMET, A. J., Philosophie Africaine. Textes choisis II, Presses Universitaires du Zaïre, Kinshasa, 1975, p. 315. Este artículo lo encontramos también publicado dentro de la obra de Senghor Libertad 1, pp. 263-298.
TUBERT, Silvia (1986) La muerte y lo imaginario en la adolescencia. Saltés Madrid.
VINCENT, Gérard (1987) ¿Una historia del secreto? en Historia de la vida privada. Tomo 5. De la primera guerra mundial hasta nuestros días Bajo la dirección de Georges ARIES y Philippe DUBY Ed. Taurus Historia
Licenciado en Psicología (1980), especializado en Clínica Psicoanalítica con niños y adolescentes e integrante del Forum Infancias.
Es docente universitario de grado y de posgrado Titular de las materias Clínica Psicológica Infantil y Salud Pública Salud Mental de la Licenciatura en Psicología UNCAUS (Sáenz Peña, Chaco). Titular de las materias Supervisión y Psicopatología de la Adolescencia en la Carrera de Especialización en Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes (UCES-APBA).