La clínica psicomotriz con enfoque de género, diversidad y derechos.
Resumen.
Es intención en este escrito poder transmitir algunos aprendizajes en torno a la integración de las perspectivas de género, diversidad y derecho en la clínica con las infancias. En particular, situada en una manera de pensar la clínica psicomotriz desde el acompañamiento y cuidado integral de niñeces que presentan malestares, padecimientos y/o desafíos en sus procesos de corporización y desarrollo. Dos preguntas se intentarán desplegar en este artículo. ¿Por qué es clave pensar como eje analítico lo lúdico y lo corporal desde la articulación de estas perspectivas? ¿Cómo se materializan en la clínica estos cambios epistemológicos, metodológicos y ético-jurídicos?
Introducción.
Hemos aprendido que, incluir la perspectiva de género, diversidad y derechos en la clínica con las niñeces implica en primera instancia, analizar los contextos socio históricos, los discursos y las dimensiones de poder/opresión que se reproducen desde los espacios de socialización, educativos, médicos y también terapéuticos, constituyendo las bases de la normalización y el control social sobre la infancia. Esta primera crítica nos sitúa como terapeutas en la revisión de categorías conceptuales binarias y dicotómicas; capacitistas, adulto céntricas, hetero cis normadas, patriarcales y androcéntricas, reconociendo relaciones de poder y violencias silenciadas, que se engendran desde los marcos interpretativos hegemónicos, “creando los criterios de inteligibilidad social” (Butler, 2007).
En la clínica de la diversidad, las disidencias y la complejidad, se introduce la posibilidad no solo de dar lugar a los padecimientos subjetivos de cada quién, sino integrar las demandas particularizadas de la comunidad LGBTQI+ para asegurar el acceso a la atención integral de la salud y sus derechos desde la infancia. (1) El reconocimiento de las diversidades y la intersección de las múltiples desigualdades e inequidades sociales no son ideología propia de un terapeuta o un grupo social, tampoco son hechos influyentes que están por fuera de la clínica, sino que hacen a la clínica actual, a nuestros discursos y prácticas. Esto nos orienta a revisar, especialmente en la infancia, el modo en que nombramos y comprendemos los sufrimientos sin invisibilizarlos, homogenizarlos, infantilizarlos, (2) ni tampoco estigmatizando o patologizando sus deseos o formas de expresión identitarias.
¿Será posible sostener la pregunta por el cuerpo y el deseo articulando lo afectivo, lo cultural y lo político?
Escenas lúdicas releídas en clave de género, diversidad y derechos
Mientras haya posibilidad de juego, el mundo está por inventarse.
A continuación, relataré una escena clínica, desde la lógica del collage, es decir intentando componer narrativamente fragmentos de una historia por la que una familia ha buscado ayuda terapéutica o acompañamiento en psicomotricidad, en este caso para su hija. Esta composición narrativa, no es un proceso entero ni acabado, sino un medio que nos permite leer algunos sucesos y acontecimientos lúdicos en el que el deseo (3) de ser y hacer, participan y luchan contra las imposiciones de una variedad de estructuras de autoridad y de poder que hacen posible o sufriente la vida corporal de relación.
La muñeca roja
Catalina tiene 4 años, es de contextura pequeña, delgada. Su tonalidad es suave y su gestualidad acotada, en general se presenta siempre de un modo muy serio. Llega a psicomotricidad por una derivación de su pediatra junto a una presunción diagnóstica de TEA (5) (Trastorno del Espectro Autista). En el intercambio, tiende a rechazar las propuestas realizadas de modo directo, pero acepta el diálogo cuando no la miro de manera frontal, cuando genero espacios de silencio y quietud, o cuando mis palabras son enunciadas con un tono sutil o, por el contrario, muy exagerado. Sonríe en complicidad, cuando intervengo a partir del “disparate”, es decir, cuando desde una actitud lúdica planteo un imposible, como que mis muñecos se escapan y no los encuentro dentro de la sala, preguntándole si los vio o si le interesaría ayudarme a encontrarlos.
En una sesión de psicomotricidad, me llamó particularmente la atención una situación en la que fui testigo de su extremo temor, cuando quise presentarle una muñeca de trapo pelirroja. No tenía ni ojos, ni boca, ni manos para ella, el miedo encarnado hacía que la expulsara de su campo perceptivo, sintiendo a la muñeca tan poderosa, que me obligaba a guardarla en los cajones y cerrar las puertas del armario para asegurarse de que no la iba a dañar. No quería que hablemos de ella, ni de los rostros de la calle que la asustaban. “no, no y no…No quiero a la muñeca roja”, gritaba muy angustiada, al igual que me contaban en una entrevista su madre y su padre, cuando esta niña veía a alguien reír o que tenía tez marrón.
Al enfatizar su disgusto hacia la “muñeca roja”, me daba con esa expresión un indicio de lo que le pasaba. No le molestaba su tamaño, ni que era de trapo, tampoco que su vestidito daba cuenta del paso del tiempo. Lo intolerable era que era roja. No había en ese atributo ni semejanza, ni contigüidad, ni metáfora. Lo rojo parecía que la amenazaba porque no podía entrar en las cadenas de significaciones que le habilitarían su mirada para el juego de la imaginación. Solo así, la muñeca podría devenir lúdicamente con rostridad y lenguaje, si no, la muñeca no era muñeca, sino atributo rojo.
La muñeca para ella no era ni siquiera peli-roja, es decir, no tenía una parte-cabellera roja, sino que era toda roja. Se le presentaba como una mancha que hacía figura y contaminaba su percepción, aterrándola. Sobre ese rasgo, no había posibilidad para ella de posibles proyecciones sino de “impresiones sensoriales”. No era tampoco objeto. Si lo hubiese sido, quizás, hubiera podido explorarlo, manipularlo. Mucho menos era un juguete para poder jugar.
Las verdaderas muñecas (6) para ella eran las rubias, las barbies, las que se presentan con una contundencia de género estereotipada. Ellas eran la generalidad, lo familiar, lo semejante, lo amable. A ellas se animaba a vestirlas, desvestirlas, pasearlas, darles de comer. Muchas sesiones, se dedicó a las muñecas rubias y esbeltas, (7) con un predominio reiterado de representación simbólico de acciones y personajes, pero con muy poco despliegue de relato reelaborativo/lúdico. (8)
Las “otras” muñecas eran lo “otro inquietante”, lo “repugnante”, lo que lindaba con la categoría de lo siniestro. No se trataba en el caso de esta niña de un sesgo sexista, ni racial, aunque el “sistema sexo-género” (Gayle Rubin, 1985), colonial y capitalista, estaba operando de fondo, y había sido su comunidad de cuidado y de crianza, las que le habían presentado esas tipificaciones como la expectativa de fondo de juego y corporización potenciando su conflictiva. En ella, existía también, una clara dificultad en la codificación y decodificación de los signos humanos de interacción, sintetizados en el rostro. (9) Ese mismo rostro, que en su dinámica afectiva podría ruborizarse, enojarse, entusiasmarse, reír o ponerse colorado de acuerdo a la situación o contexto relacional en el que podría encontrarse.
No ha de sorprendernos que los primeros juegos de Catalina hayan sido sobre una hamaca tela, alejada del suelo, en la que podía envolverse, ocultarse y aparecer con la posibilidad de jugar sutilmente con las miradas, ensayando “las ausencias” y “las presencias” en la escena transferencial. “Juegos de sostén y ocultamiento” (Calméls, 2004) constitutivos del cuerpo y de la dimensión simbólica, que fueron permitiendo en cada vaivén, acercamientos y distancias, abrazos que la recibían y aupaban; y brazos que se aflojaban para dejarla ir.
Sabemos que el pasaje de las percepciones dispersas, sueltas, sin poder enlazarse simbólicamente hacia la integración, continuidad y unidad corporal, no se da por acumulación de estímulos sensoriales, sino por la posibilidad de establecer relaciones afectivas de confianza, que presenten amablemente el mundo y habiliten su exploración, pudiendo experimentar la “sensación de entorno protector” (Winnicott, 1971)
Para poder identificarse ficcionalmente con personajes del mundo afectivo y de la cultura -sean estas muñecas, muñecos seres humanos o personajes ficcionales- es necesario haber pasado por reconocimientos afectivos que den vida a un cuerpo-territorio identitario- desde el cual el yo se enuncie y pueda manifiestarse lúdicamente. Por el contrario:
“Un cuerpo que haya sido aislado de relaciones lúdicas, carece de herramientas dramáticas para fabricar acciones donde se pongan a trabajar los miedos básicos. Anclado en la realidad, un cuerpo que no ha sido construido en un vínculo lúdico, se muestra temeroso y retirado de toda interacción ficcional.” (Calméls, 2010)
Al jugar, lo hipersensitivo, el atributo sensorial “suelto”, puede cargarse de símbolos, funciones y valores, organizándose en percepciones, acciones y afectos, que van dando lugar a la que Golse (2021) define como “polisensorialidad armoniosa”. Así, las muñecas (incluidas las muñecas marrones, las rojas, las sin rostro, las “quita penas”, las indígenas…), poco a poco, fueron incluyéndose en su juego, teniendo “rostros” y “voces”, a las que no solo vestía y adornaba, sino especialmente retaba, revoleaba, despeinaba; desde su rol activo de “maestra disciplinadora”o “mala maestra”. (10) Su rostridad en el juego expresaba múltiples semblantes en diálogo con mi rostro que tambien sonreía, se asombraba, se aquietaba, entraba en dinamismo, siendo testigo y espejo de lo que Catalina iba produciendo.
Las pacientes “desobedientes” dentro de un sistema patriarcal, interpelan la posición terapéutica, que nunca es neutral ni des afectivada. Podemos “moralizar” nuestras intervenciones, decir (no solo con nuestras palabras sino con nuestros gestos y actitudes) lo que creemos que está “bien” o lo que consideramos que “está mal”, no es lo conveniente, saludable, etc, o reconocer y revisar los dispositivos micropolíticos de producción de subjetividad/corporeidad, desde los cuales nos manifestamos como terapeutas, dentro de una historia personal situada en su sistema sexo-genérico y capitalista.
Sin duda, lo terapéutico para Catalina, no solo era que juegue acorde a sus posibilidades e intenciones, sino que pueda ir afianzando su identidad para poder ir incorporando sin amenaza la otredad, en sus variaciones de colores y formas.
Lo terapéutico, lo lúdico y lo político pueden converger en una experiencia corporal clínica, cuando se habilita lo que pulsa -sin violencia-, permitiendo, vivir de otro modo, con mayor bienestar y confianza, con menos miedos y menos sumisión, siendo la incorporación de la alteridad y la diversidad lúdica, constructoras de soberanía, salud y vitalidad corporal (personal y colectiva).

Referencias
La infancia como institución histórica y social sabemos que no depende sólo de la categoría edad, sino del significado que cada sociedad y época le adjudica a ese período de la vida. La misma está configurada en base a la sedimentación de significados y procesos materiales como lo son las relaciones de poder, los dispositivos de socialización, educación, crianza y cuidados. Los estudios feministas, los debates políticos producto de la Convención de los derechos del Niño, Niña y Adolescente, y los estudios sociales y antropológicas en torno a la infancia, destacan la heterogeneidad, la fragmentación y la inequidad que caracterizan la diversidad cultural y las prácticas de la vida cotidiana de este grupo social.
- Comprendo la infantilización como una de las formas que adquiere la violencia simbólica y que remite al modo en que desde una perspectiva “adulta” se toma la expresión de les niñes46 como una forma “inmadura”, “confusa”, “asexual” o con sexualidad “exacerbada”, “carente de racionalidad”, “domesticable” e “inferior”, con necesidad epistémica de ser “traducida” y “hablada” desde la perspectiva adulta. Se presenta como un proceso de descalificación y silenciamiento de les niñes unida a la perspectiva “paternalista” y a la denominada “minorización de la infancia”.
Me refiero aquí al deseo (no de tener algo) sino como impulso por alcanzar algo que resulta imposible, pero que pulsa a la búsqueda de satisfacción, manteniendo la pregunta sobre si es posible pensar la corporeidad y el deseo políticamente, en línea de lo que propone Suley Rolnik (2019) hacia la posibilidad de “Descolonizar el inconsciente”.
La muñeca como ente u objeto socio histórico tiene como constante la de ser un arquetipo de lo corporal femenino en el tiempo que ha funcionado como “modelo”, “referente identificatorio” o “patrón” generizado de corporización. A lo largo de la historia, no siempre fue destinada a ser juguete; tampoco fue un objeto para uso exclusivo de las niñas. Las muñecas pueden devenir en objeto de adoración, de emblema, de protección, de suerte, de juego, de consumo. Pueden tener diversas formas, tamaños y figuras, deviniendo en ídolx, tótem, amuleto, talismán, fetiche, juguete o mercancía. (Lesbegueris, 2020)
Sabemos que, la naturaleza “espectral” del autismo, si bien puede en ocasiones orientar, en otras dificulta el diagnóstico ya que contribuye al sobrediagnóstico, al agrupar en un término pacientes que son clínicamente heterogéneos. En la clínica infantil hay diferentes situaciones en la que los niños y las niñas se retraen, rigidizan y restringen sus intereses lúdicos. Estas manifestaciones no siempre son sinónimo de autismo, sino que responden a diversas causas, relaciones y situaciones. De hecho, existen algunas problemáticas, como la inhibición psicomotriz; el mutismo selectivo; los trastornos de procesamiento sensorial; algunas epilepsias tempranas; algunos problemas de aprendizaje o ciertas problemáticas del lenguaje, que pueden confundirse con el diagnóstico de autismo. Asimismo, hay que contemplar tambien, que el autismo tiene una presentación clínica diferenciada según el género, y ha sido esta problemática históricamente subdiagnosticada o poco analizada. La tendencia de socialización de las niñas y mujeres a la pasivización y a desarrollar estrategias de enmascaramiento para “encajar socialmente” puede ser una de las dificultades en la identificación de los síntomas relativos al autismo en niñas.
La industria del juguete y del consumo, vienen realizando cambios importantes impulsados por los activismos y perspectivas de derechos, abriendo lugar a la diversidad de colores y juegos. Sin embargo, los estereotipos sexistas mutan y hay nuevas formas de pasivización de las niñas que las reduce, no ya tanto al mundo de la domesticidad, sino a la cosificación e hipersexualización temprana de sus cuerpos. Asimismo, el mandato de la virilidad abierto a las pulsiones agresivas se exacerba en el anonimato de las redes sociales, donde los insultos y la denigración del otro parecen naturalizarse.
- Cuánto más estereotipos (incluidos los de género, clase y etno-raciales) aparecen en los juegos, menos se juega la corporeidad en su invención y transformación. La proliferación de las formas simbólicas, encuentra más potencia expresiva cuánto más se deshacen los estereotipos y las tipificaciones rigidizadas.
Entre lo que el juego, (en este caso, la muñeca) como dispositivo -dispone y estructura-, y lo que se reinterpreta performáticamente, en la particularidad de la práctica lúdica misma, se despliega la dimensión ficcional, posibilitando adscripciones, relecturas de las normas de género asignadas, e incluso subversiones, invenciones y/o transgresiones de las mismas. (Lesbegueris, 2013) La reiteración y la insistencia en una acción, no tienen un sentido unívoco y puede estar diciendo varias cuestiones, desde la necesidad de construir previsibilidad, tener el control sobre una situación, hasta un intento empecinado por querer profundizar en algo que inquieta o se desconoce.
- Según Calméls D. “(…) gran parte de la identidad corporal de una persona se sostiene en el rostro, cuerpo que, a su vez, estará condicionado por el contexto en el cual se forma. En este sentido, tomando una frase de Deleuze y Guattari, “hay una producción social del rostro”.. La trilogía nombre, rostro y voz conforman poderosos rasgos identificatorios”. (2019: 57/60)
Me refiero irónicamente a las pacientes desobedientes, como aquellas que se las suele “llamara al orden” por no ajustarse a las expectativas esperables del entorno sociabilizador, educativo o terapéutico. Lo interesante es qué, Catalina, encarnando ficcionalmente ese rol de “mala maestra”, no solo reelaboraba cuestiones que podía estar atravesando en su ámbito educativo, sino que ponía en juego su perspectiva, su agresividad, su desacato, su denuncia frente a lo que consideraba doloroso o injusto.
Bibliografía
CALMELS, D. (2010) [2004], Juegos de crianza: el juego corporal en los primeros años de vida, Buenos Aires, Biblos.
_________ (2018), El juego corporal, Buenos Aires, Paidós.
_________ (2019), Infancias del cuerpo, Buenos Aires, BiblosBUTLER J. (2007) [1990] El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Cap.3 Actos corporales subversivos. Barcelona, Paidós.
FREUD, S. (1920). Más allá del principio del placer. Obras Completas . Buenos Aires: Amorrortu Editores.
GOLSE, B. (2021) Mi combate por los niños autistas. Buenos Aires: Miño Dávila
LESBEGUERIS, M. (2013) Niñas Jugando. Ni tan quietas ni tan activas, Buenos Aires: Biblos-
_______________(2020) Géneros y Psicomotricidad. Las corporeidades en clave feminista, Buenos Aires: Biblos
______________ (2022) Cap. 2 Mi Cuerpo, mi territorio y mi identidad en Las Corporeidades en los primeros tres años de vida, Praxis.
_______________(2024) Notas sobre los vínculos corporales y el cuidado de la vida corporal en la primera infancia. Dirección Provincial de Educación Inicial, Subsecretaría de Educación, DGCyE recuperado en: https://continuemosestudiando.abc.gob.ar/contenido/notas-sobre-los-vinculos-corporales-y-el-cuidado-de-la-vida-corporal-en-la-primera-infancia/RUBIN, G. (1985). El tráfico de mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo. En Nueva antropología. Vol. VIII, Nº 30. México. Disponible en: https://www.caladona.org/ grups/uploads/2007/05/El%20trafico%20de%20mujeres2.pdf [Consultado el 14/09/2020]
SEGATO R. (2010) Las estructuras elementales de la violencia, Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.
SULEY ROLNIK (2019) Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente. Ciudad de Buenos Aires: Tinta Limón.
WINNICOTT, D. (1971). Realidad y juego. Buenos Aires: Gedisa Editora

Psicomotricista. Activista feminista. Docente universitaria (UNLaM, UNSAM). Maestrando en Antropología Social. Integrante de la red argentina de investigadorxs sobre diversidades y disidencias sexo-genérica. Miembro cofundador(a) de AUPAS (Asociación civil Uniendo Psicomotricidad y Artes) desde donde impulsan diversos proyectos comunitarios vinculado al cuidado de las corporeidades en el sostenimiento de la vida.
Trabajó en el acompañamiento de niños y niñas con HIV/SIDA en el Hospital Ricardo Gutiérrez y en el equipo de psicomotricidad del Hospital de Clínicas de Buenos Aires, Argentina.
Es autora de diversos libros donde aúna la perspectiva psicomotriz, la antropología, el género y los derechos de las infancias.