Los Conversatorios Como espacios de Memoria y de Historización Colectiva

. . . Escuchar no es un acto pasivo. Primero tengo que afirmar la alteridad del otro. Luego atiendo a lo que dice. Escuchar es un prestar, un dar, un don. Es lo único que le ayuda al otro a hablar.”
La expulsión de lo distinto.

Habría que mirar hasta que el ver escuche, recién después responder: dar a la belleza el habla”.

La memoria como fuerza constructiva y como escritura de rescate.

La memoria es mucho más que recordar, es mucho más que los recuerdos porque somos memoria. Somos nuestros recuerdos. Sin recuerdos no somos y al morir pasamos a ser la memoria de lxs otrxs.

La memoria es imprescindible en la construcción de nuestra identidad, de nuestra subjetividad siempre en construcción. 

Muchas producciones artísticas como la literatura, el teatro o el cine se han ocupado de plantear las angustias y los padecimientos de quienes pierden la capacidad de recordar como en la película “Memento”, “Peige”, “El curandero” o en “Un hombre sin pasado”, entre muchas otras. 

La búsqueda de los recuerdos es el intento de rescatarse, de recuperarse a sí mismx de las tinieblas de la nada, del no ser, del sin nombre, de la incógnita, de lo desconocido en cada unx.

El trabajo de historización

Intentamos salir de la angustia del olvido a través de la construcción / re- construcción de relatos que nos saquen de las penumbras, de las casi sombras y nos devuelvan las palabras que pongan luz y le otorguen significación a lo vivido.  

La necesidad de narrar deviene más intensa ante el imperativo de elaborar vivencias penosas. 

Por lo tanto es vital el trabajo de historización para procesar las situaciones traumáticas, para la elaboración de los duelos y se requiere de otrxs que nos escuchen y nos ayuden a entrar en contacto con lo acontecido, al ofrecerse como sostén en la construcción de esa memoria. 

Se trata de encontrar palabras que le den significación a las huellas que han dejado los acontecimientos en nosotrxs, en un proceso de elaboración que permite transformarlas en recuerdos. 

La memoria permite recuperar formas de simbolización necesarias para los procesos de subjetivación que se inician desde el nacimiento, o tal vez desde la vida intrauterina. 

Silvia Bleichmar (1993) dijo que “los adultos viven en la reminiscencia de las pérdidas y los niños en el interior de las mismas”.

Agregó: “Se trata de marcar el impacto diferenciado de un mismo acontecimiento en distintos sujetos sobre la base de cada organización psíquica singular (…) Por eso al momento del terremoto de México, se operó con la idea de que el epicentro del terremoto estaba en la cabeza de cada uno.” 

El traumatismo es efecto de una ecuación entre la potencialidad traumática del acontecimiento y la organización del psiquismo sobre el que este acontecimiento impacta”.

Silvia Bleichmar (1993) dijo que:

“los adultos viven en la reminiscencia de las pérdidas y los niños en el interior de las mismas”.

agregó:

Se trata de marcar el impacto diferenciado de un mismo acontecimiento en distintos sujetos sobre la base de cada organización psíquica singular (…) Por eso al momento del terremoto de México, se operó con la idea de que el epicentro del terremoto estaba en la cabeza de cada uno.” 

«El traumatismo es efecto de una ecuación entre la potencialidad traumática del acontecimiento y la organización del psiquismo sobre el que este acontecimiento impacta”.

Las experiencias de los conversatorios hicieron historia

Las experiencias de los conversatorios fueron más allá del acontecimiento por lo que han sido y siguen siendo una oportunidad para habitar las tensiones entre lo singular y lo colectivo. 

Ayudaron a construir un “nosotrxs” con una fuerte convicción acerca de la potencia de los encuentros, en los que siempre algo florece desde los diferentes modos de estar y desde la diversidad de voces, contextos y sentires. 

La intención de diseñar dispositivos durante la pandemia respondió a un llamado ético que nos pedía que nos responsabilicemos de la parte que nos tocaba. 

El aislamiento preventivo y obligatorio nos separó, pero a la vez creó la necesidad de acercarnos de diferentes modos para elaborar colectivamente lo estaba pasando dado que una cosa es segura: siempre es con otrxs.

Los conversatorios pusieron en el centro al sufrimiento, a lo postergado, a la angustia por lo perdido, a la imposibilidad del “contacto estrecho” al mismo tiempo que rescató el valor del encuentro, del lazo solidario y contenedor de la escucha. 

Conversar con los miedos a flor de piel fue ocasión para elaborar lo acontecido al mismo tiempo que nos ayudó a recuperar la capacidad de pensar. 

Conversar pensando juntxs diferentes modos de cuidar la vida, de erotizar el saber, de mantener el deseo despierto, disponible y de pie en medio de la catástrofe.   

Imposible desconocer la intensidad del sufrimiento presente en muchas historias. 

Niñxs maduros para aprender, con inexplicables dificultades para la lectoescritura, en el lenguaje o para seguir la lógica que opera en los cálculos, enlazadas a fantasías mortíferas asociadas muchas veces a la dificultad de algunxs adultxs para explicar las trágicas escenas diarias o las muertes cercanas.    

Ante la dificultad de metabolizar tanto traumatismo sostenido en el tiempo los cuerpos comenzaron a hablar.  

Niñxs con pesadillas, con insomnio, con enuresis, niñxs con formaciones psicosomáticas, no casualmente con dificultades respiratorias o con reacciones en la piel, nuestro órgano de contacto por excelencia.    

Niñxs jugando de un modo estereotipado repitiendo secuencias con apariciones de monstruos o de seres extraterrestres, niñxs que presentaron cuadros fóbicos u obsesivos con rituales evitativos.

Un niño imaginando un monstruo.

Niñxs sufrientes necesitadxs de cuidados y de nuestra atención no solo enfocada en la recuperación de los tan ponderados contenidos. 

¿A qué nos referirnos al hablar de lo traumático en situaciones de catástrofe colectiva como lo fue ayer la pandemia o lo es hoy y cada vez más al quedar muchxs niñxs a la intemperie, sin casa, sin escuela, sin acceso al alimento

Bleichmar sostuvo que una catástrofe colectiva es aquella que…“tiene carácter general y abarca a amplios sectores de una población”, en tanto que “el traumatismo es el modo en que estas catástrofes padecidas en común, atacan la subjetividad o impactan la subjetividad de manera diferente en aquellos que lo padecen.” 

Escribir y conversar como recurso de rescate ayer, hoy y siempre

Escribir para pasar de la oralidad a la letra impresa pero viva, ya que sigue latiendo al ritmo de sus intensidades para dejar un testimonio, uno más de tantos, que den cuenta de un tiempo de perplejidades, de interrupciones y de incertidumbres nuevas.

Tiempos que alteran nuestras vidas y nos abren a diferentes modos de estar, creando nuevas formas de expectativa

Los conversatorios permitieron que voces y rostros viajaran por fibra óptica de ciudad en ciudad para acudir a una cita de honor con la docencia. 

Una existencia bidimensional en un universo multifacético que parecía paralelo.

Ver de lejos y de cerca realidades comunes y diversas en una conversación pública e íntima. ¿Qué les preocupa? ¿De qué les gustaría que hablemos? ¿Cómo están? Gualeguaychú, Lomas de Zamora, Haedo, Bahía Blanca, Misiones, Bariloche, Chubut, CABA…

Un año antes no hubiéramos podido ni imaginar semejantes escenas.

Pensar desde la ternura y muchas veces desde la impotencia formas de extirpar o minimizar el dolor en tiempos de pérdidas, de duelos y de grandes esfuerzos por seguir construyendo comunidad para seguir haciendo escuela.

Hoy los conversatorios siguen siendo necesarios para develar y poner en palabras los rastros que ésta época está dejando en nosotrxs. 

Martin Kohan dice en  “Notas sobre un ensayo sobre los rastros” 

…”El rastro es una marca, una huella (…)…El rastreador dispone de un doble saber: el saber detectar, el saber interpretar. El rastreador al leer los rastros los convierte en signos. No solo en el rastro hay misterio, también en el rastreador.

¿Qué misterio es ese del rastreador? ¿Qué poder microscópico se desenvuelve en el órgano de su vista?

El misterio cobra la forma de un poder microscópico y no es por eso menos poder, si no más, ya que no disminuye por ser microscópico sino que aumenta”.

 

El saber del rastro es una ciencia del detalle.

Kohan sostiene que…”El saber del rastreador es también el saber del rastro. El rastro es el último refugio de la contemplación demorada y es la última pista dejada por esa alianza primordial entre la experiencia y la narración: la posibilidad de hacer de las vivencias un objeto a atesorar y a comunicar, una reliquia personal y un legado. La escritura del rastro tiene una poética, la poética del rastro. Cada escena despierta la evocación de otra escena. Cada escena resulta ser rastro de la otra. El rastro que la otra descubre. Un sabor despierta un recuerdo, el recuerdo de ese mismo sabor. El mundo de la sensación, que es el reino corporal del presente, convoca al mundo de la memoria, que es el reino incorpóreo del pasado.

Recordar las vivencias es hacer rastros con los rastros y escribir los recuerdos de esas vivencias es hacer rastros con los rastros de los rastros.”

Agregaría que tal vez la potencia del rastro esté en la mirada del rastreador.

Si bien es difícil hacer memoria en tiempos vertiginosos como los que vivimos me pregunto ¿Podremos darnos el tiempo para poner a jugar nuestro poder de rastreadores? ¿Sabremos encontrar los rastros microscópicos en las narrativas?

Los invitamos a los conversatorios, a demorarnos en la escucha, aquella que también mira para descubrir los rastros que van dejando las palabras, los tonos de voz, los gestos, los silencios…

La escucha y el silencio (a diferencia del silenciamiento)

Es preciso perderse para empezar a escuchar, para descubrir las formas del silencio”, dice Carmen Pardo Salgado en su libro Las formas del silencio y agrega que…“el silencio se escribe y se ofrece a la escucha. En la escritura musical el silencio es figura y cada nota figurada posee su recíproca figura silenciosa, la figura de pausa. Una figura que mide el silencio. 

En la escritura también se grafica al silencio como  los puntos suspensivos que dejan colgado el discurso, lo suspenden. 

Pero agrega Pardo Salgado que “el valor de estos puntos depende de la palabra que los antecede. Tanto el silencio del lenguaje como el silencio que se introduce en la música suelen ser respiraciones que reclaman la atención. Respirar será crear el hueco en el que la atención puede desplegarse. El silencio es entonces como un suspiro y en este suspirar tal vez sea posible modificar la forma en que se escucha, transformar el oído”. 

John Cage piensa que el silencio no es solamente ausencia de sonido sino por el contrario es ese nuevo oído que aprendió a acallar su voz y puede abrirse a todos los sonidos. Entonces el sonido siempre continúa.  

Frente a este silencio marcado con las huellas de la ausencia, los sonidos se presentan, por así decirlo, ocupando los tiempos fuertes, los tiempos que obtienen la máxima audiencia.

¿Cuál es la efectividad del silencio?  

Como dice Cage (…) “ese nuevo oído se abre a todos los sonidos en un intento de rescate de la palabra, de lo que puede ser nombrado. (…) Recuperar la palabra y los recuerdos que han quedado en sordina, en la nada de un universo invisible que se acalla, pero que a la vez hace ruido. Un ruido que muchas veces aturde y dificulta cualquier intento de recuperar la memoria.”

El conversatorio propone pensar valorando la escucha, saliendo del encierro de nuestros propios pensamientos, desde un silencio habilitante, respetuoso y no impuesto.  

Pensar conversando, haciendo lugar al pordecir de lxs demás, es una de las formas más hermosas del pensar.

Un pensar que historiza, que marca una traza, un rastro que deja testimonios de un tiempo, que quedará impreso en la memoria colectiva, y si somos memoria, que nuestros recuerdos tengan una larga vida.

Bibliografía

  • Bleichmar, Silvia. 2003 Intervención en el panel “Conceptualizaciones de catástrofe social. Límites y encrucijadas” en Waisbrot D. comp. Clínica psicoanalítica ante las catástrofes sociales. La experiencia argentina. Buenos Aires, Paidos.  

  • Bleichmar, Silvia. (2009). El desmantelamiento de la subjetividad. Estallido del yo, Topía Editorial, Buenos Aires. (Cap. 2 y 6)

  • Cage, John (1961) Silencio: conferencias y escritos. Estados Unidos. Wesleyan University Press.

  • Kohan, Martin (2009) En “Rastros, memoria e infancia” Conferencia en la Asociación Freudiana de Rio de Janeiro, Brasil. 

  • Pardo Salgado, María del Carmen (2001) “Las formas del silencio” y “La escucha oblicua. Una invitación a John Cage”. México. Editorial Sexto piso.

Lic. Ana Kurtbart
Lic. Ana Kurtbart

LIc. Ana Kurtbart

Psicoanalista especializada en clínica con niños.
Miembro de la Asociación Civil FORUM INFANCIAS