Musicalidad: La Memoria de las Memorias
…la música, como todas las esferas de actividad, no viene a insertarse en una sociedad dada, sino que forma parte de ella y la constituye”
(Jean Molino)
Esbozos, fragmentos y equívocos: la memoria.
Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo"
(Jorge Luis Borges)
Una fenomenología de la memoria sin duda sería un proyecto interesante. Muchos pensadores aportarían a tal empresa su especificidad teórica o experiencial. Se nos tornaría eminentemente necesario convocar multiplicidad de enfoques, porque la memoria porta equívocos. Ella, que en diferentes tiempos de la existencia se nos hace imperiosa por diversas razones, puede presentarse como un hueco, tejido mal hilado, errática, incierta, a veces contiene esbozos de recuerdos, fragmentos de sí. Generalmente poco soportamos el olvido. Toleramos más alguna condición o enfermedad que afecta nuestro sustento corpóreo (organismo), que la desmemoria. A pesar de ello, y salvando las diferencias, podemos encontrarlo en la compulsión a la repetición de las neurosis, las demencias, los pactos denegativos (que implican la negación de la asimilación y articulación de eventos acaecidos a sociedades o minorías sociales); los hechos traumáticos padecidos durante las niñeces y adolescencias (como los maltratos y abusos) cuando el olvido surge por acomodación como la única forma de supervivencia.
¿Dónde está ubicada la memoria? Bueno, sí, en el hipocampo, zonas de la corteza cerebral y otras redes neuronales ¿Es pertinente clasificarla, clasificarlas o hacerlo con los recuerdos? Recuerdo, reminiscencia, evocación. Una luz pareciera encenderse cuando el recuerdo se nos aparece aunque para Funes, el personaje de Borges, esta aparición era constante, la tortura de las memorias inagotables (la memoria no es una sola) que le consumían los días y las noches que debería haber dedicado al sueño. Advertimos uno de los equívocos: la memoria no es una sola.
Un accidente provocó que a Funes se le apareciera, sin que él se lo propusiera, el mundo para su observación, clasificación y asociación. Sus memorias o la narración de ellas estaban alejadas de la reflexión, de hecho la obturaban. La lista interminable de sucesos, objetos, personas, animales, todo lo que componía su entorno y el más allá de él, no permitían ni siquiera la depuración de ellos durante el sueño. Funes narraba en forma interminable pero la narración no estaba ligada a su identidad ni proveía la posibilidad de hilar para sí mismo los fragmentos esparcidos en la caverna de las memorias. Él, “Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez” (Borges, 1942, p.3).
¿Qué podría haber salvado a Funes: el olvido, la desmemoria? El resto, lo que queda del todo aunque no pretendido de su memoria absoluta y su articulación. Un sonido, una experiencia musical puede develar un recuerdo y este ser articulado, asimilado y en su otorgamiento de sentido, devolver la mismidad al yo, reconstruir su subjetividad. En la pluralidad de lenguajes la narrativa puede ser sonora, de hecho ésta está compuesta por aquello que nos ha fundado como especie y se reedita durante todo el desarrollo: la musicalidad.
Podríamos describir a la memoria como un conjunto de fragmentos desordenados que pueden perder su característica de caótica a través de un relato. Aquello caótico puede hacerse consciente, develarse y el recuerdo puede conformar la reconstrucción de una escena. La narración, la puesta en discurso, ordena el recuerdo. Nuestra existencia es una experiencia compartida, los recuerdos también lo son, por lo que la memoria es un proceso de construcción también compartida, social.
(Casal Passion, 2015)
Esta frase, acuñada hace unos años, provee una conceptualización que no desconocemos: nuestra experiencia y construcción es intersubjetiva, la memoria también lo es, las memorias también lo son. ¿Cómo se funda lo humano? Aún debatimos sobre ello, desde mi quehacer reafirmo una respuesta que configuró una ruptura epistemológica y dejé pendiente párrafos atrás: la musicalidad funda lo humano, es nuestra marca inaugural.
¿Qué sería entonces lo importante que puede proveernos la memoria en su ilación y su rescate? La identidad, la integridad e integración del yo.
La musicalidad como suceso fundante
Mientras pienso en la escritura de este artículo, “escribir como una forma de rezar”, como dijera Franz Kafka, viene a mi memoria un rojo hipnótico y un creador inmerso en su obra mientras sostiene su paleta y pincel. Marc Chagall, el pintor melómano, dio vida a “El triunfo de la música”. Concuerdo con el Maestro, la música ha triunfado por sobre las demás formas de arte: como arte temporal, en sus compases, melodías, silencios, emociones del creador y las que suscita y su forma. La música funda las demás artes.
Hay muchas teorías sobre el origen de la música. La música está relacionada a la ontogénesis y filogénesis de lo humano. Es pertinente diferenciar entre los usos culturales de las artes, del arte primordial (la música) y las demás formas de arte, y sus usos en espacios de salud. (Casal Passion, 2024, p. 122)
Las pinturas de Chagall se me hacen oníricas o quizás son como las memorias: fragmentos, hechos, animales (algunos se repiten en sus obras), objetos, instrumentos musicales, ciudades.
También de su trazo nació “Las fuentes de la música”. Aquí me permito responderle al Maestro, aunque nada me ha preguntado: las fuentes de la música es una: la musicalidad primordial (Giacobone, A; Licastro, L). “La música se despliega como manifestación de la cultura porque el proceso de humanización transcurre en la musicalidad que da forma, materia y envoltura al desarrollo emocional, comunicativo y lúdico” (Casal Passion, Giacobone, Luhía, 2019).
Se debe obedecer sólo al oído, al sentimiento de cada uno por el sonido, a su impulso creativo, a la fantasía; nunca a la matemática o a la estética."
(Arnold Schönberg)
La memoria de las memorias:
La música, como objeto estético, estará apoyada en aquel suceso inaugural: la musicalidad. Ésta conforma una huella mnénica. Posteriormente, insertos en una trama cultural, el objeto música conformará nuestro proceso identitario (Casal Passion, V.) como creación, expresión sensible y manifestación colectiva.
La musicalidad conforma huellas mnémicas y, aquellos modos primordiales y el objeto música que erigieron los procesos identitarios, poseen ligados una emoción o recuerdo concomitante. A lo sonoro y a lo musical no se le puede decir que no y a su vez puede convocar lo bello o lo siniestro y permitir el acceso al no mejor de los recuerdos y emociones (Casal Passion, 2019).
La musicalidad nos funda como especie y la música o su experiencia sensible nos identifica y nos reafirma en lo humano. Una doble vía simiente.
La música, si alguna fuerza debemos adherirle, no es su posible beneficio ya que es un objeto estético y no posee poder en sí misma, sino su plausibilidad de ser escuchada y la escucha también como suceso ocurren en una doble vía que abre pasos y caminos. La escucha y la experiencia de lo musical, que se apoya a su vez en la musicalidad fundante, abre, entre otros, el acceso a las memorias.
De hecho, lo que se denomina oído es siempre doble, al menos. La escucha acentúa lo que pretende capturar. Ella siempre se produce en la diferencia misma de los acentos, como dotada de una fuerza apotropaica, como si a veces quisiera no escuchar lo que escucha. Por eso, en el hueco de un oído no hay otra cosa que un oido que se agolpa, que no termina de coincidir consigo mismo; una polifonía o una telefonía lo recorre, percutiéndolo como “un entre-dos puntuaciones, una especie de intervalo instantáneo que abre la posibilidad de todos los saltos y caminos. (Szendy, 2015, p. 9)
Lo sonoro y lo musical pueden convocar, reitero, un recuerdo adyacente a aquella huella inscripta en la memoria, porque la música es evocación.
…la música (si no el sonido en general) no es exactamente un fenómeno, es decir, no participa de una lógica de la manifestación, sino de otra, que sería menester denominar de la evocación, aunque en este sentido preciso: mientras que la manifestación saca a la luz la presencia, la evocación exige (convoca, invoca) la presencia en sí misma. (Nancy, J-L, 2002, p.44)
La música, entonces, es la memoria de las memorias. Una experiencia sensible, propia de la especie humana, una forma de soportar el mundo (como la religión, la ciencia y la filosofía). Escribo, como un rezo (Kafka), para transitar la experiencia y la música (parte de mi proceso identitario) sostenida en aquella marca inaugural (musicalidad), en su triunfo (Chagall) puede abrir el acceso a mis memorias.
Es imperioso duelar ciertos binomios y sincronías, entre ellos el cuerpo y la palabra, ya que existen sucesos fundantes que preceden a las palabras. Estos sucesos son huella en las memorias.
La música es en contexto, un suceso antropológico que trasciende lo epocal pero no es un universal ya que conforma nuestro proceso identitario. “Nuestra música es no universal, y lo que es universal, es la no-música de todos los demás” (Molino, 2015, p.54). Lo sonoro y musical son eminentemente subjetivos, son de dentro. Su uso cultural es compartido pero la significación (no su traducción, o la traducción de la melodía en palabras, o la errática primacía de estas sobre la primera) es del individuo como único. De allí que una expresión sonoro musical puede ser develamiento del olvido, acceso a los recuerdos y la narrativa sonora puede ordenar aquellos fragmentos diluidos en la memoria.
Como profesionales de la salud somos corresponsables de la práctica ética de la escucha. La música no es inocua, devela, abre mundos, accesos a aquello que pudo ser del orden de lo traumático o que conformó el más bello de los fragmentos de nuestra historia.
Referencias
Borges, J.L. (1942, 7 de junio). Funes, el memorioso. Artes y letras. Diario La Nación, 3.
Casal Passion, V. (2024). Habeas Corpus. Tendrás tu cuerpo libre. El arte, lo humano y otros malentendidos. Ed. Letra Viva.
Casal Passion, V. (2015). Elena y la construcción de sentido. Sobre las consecuencias del acallamiento del genocidio. https://www.elsigma.com/columnas/elena-y-la-construccion-de-sentido-sobre-las-consecuencias-del-acallamiento-del-genocidio/12957
Casal Passion, V.; Giacobone, A.; Luhía, M.A.; (2019). La musicalidad fundante de lo humano. Del malentendido sobre la cura musical a la musicalidad primordial. Iatrogenia, prácticas subjetivantes y derecho a la salud. En A.A.S.M. Clínica, comunidad y derechos. Ed. AASM, Conexiones.
Casal Passion, V.; (2019). De música a la ligera: el arte privilegiado, derechos humanos y prácticas iatrogénicas. https://www.elsigma.com/arte-y-psa/de-musica-a-la-ligera-el-arte-privilegiado-derechos-humanos-y-practicas-iatrogenicas/13573
Han, B-C. (2018). Buen entretenimiento. Ed. Herder.
Molino, J. (2019). El mono músico. Esbozo antropo-histórico de la música. Ed. Último Recurso.
Nancy, J-L. (2002). A la escucha. Ed Amorrortu.
Szendy, P. (2015) En lo profundo de un oído. Una estética de la escucha. Ed. Metales Pesados.
Directora de REDES: Red de Salud en Lazos.
Presidenta de Cuidados Paliativos y Salud Mental. Asociación Argentina de Salud Mental.
Miembro de Psicooncología y Psicoanálisis. Asociación Argentina de Salud Mental.
Miembro de la Asociación Argentina de Medicina y Cuidados Paliativos. Miembro Fundador de Agrupación Ética Profesional en Musicoterapia AGRUPADEM.
Socia Fundadora de Musicoterapia Clínica Red Argentina MAR.
Fundadora de Musicoterapia con Perspectiva de Género MUGER.
Lic. en Musicoterapia especializada en cuidados paliativos y clínica de las violencias.
Especialista en Bioética. Escritora.