Si no vuelvo
Si no vuelvo no se lo des a él, dijo, y puso a su hijo en brazos de la vecina, antes de irse. A Emilce el hombre la había amenazado varias veces, le había quebrado los huesos y el alma, había entrado con furia y violentado la puerta de chapa en noches de alcohol y furia.
Emilce hizo lo que se hace en estos casos, denunció una, dos, diez, diecinueve veces. Siguió sola, ignorada por quienes debían cuidarla, con el miedo atado a los talones cuando de noche el viento azotaba las ventanas.
Un monstruo acechaba sus pasos y la condena estaba dictada. Ese día salió a trabajar de mañana como hacía cuando conseguía alguna changa, y una clarividencia le hizo saber, que tal vez se cumplía la amenaza. Por eso dejó al hijo con el imperativo de que no se lo entreguen al padre.
Emilce no volvió, y en sueños el hijo la recuerda amasando en la mesa de la cocina y el agua hirviendo para los ñoquis.
Hay mujeres que no vuelven, que sólo así le calman el mie do a los hombres frágiles de saberlas seguras, bajo tierra, y no vociferando en marchas con el cuerpo al aire y el pañuelo al viento.

Psicopedagoga y Escritora.
Autora de los libros Brasas, Mujeres atragantadas, La otra de mí, Ella (Ed. Sudestada) Mal de muchas (Ed. El Ateneo) El dueño del río (Ed. Como pez en el cielo) Contigo en la distancia (Ed. Del boulevard)