La inclusión de un hombre trans en un colegio secundario de Adultos

Rompiendo barreras, superando obstáculos desde una experiencia educativa:
La inclusión de un hombre trans en un colegio secundario de Adultos

Las siguientes son algunas reflexiones sobre la experiencia de inclusión de un joven trans en un CENS (escuela secundaria de adultos).

El colegio se encuentra situado en el barrio de Lugano de CABA, hasta allí se acercó L., un joven trans con el objetivo de  completar sus estudios secundarios que había dejado abandonados. Su historia es un testimonio de progreso en términos subjetivos, pero también un reflejo de los desafíos y las discusiones que a menudo acompañan a los procesos genuinos de inclusión, incluso en comunidades unidas por la geografía y la historia compartida.

L llegó al colegio con la determinación de completar sus estudios. Su trayectoria educativa, estuvo marcada por su forma de autopercibirse con una identidad de género diferente a la asignada al nacer. Como hombre trans, abrigaba la esperanza de ser recibido con respeto en el entorno institucional, pero también la lógica incertidumbre sobre cómo sería su experiencia en un espacio tan cercano y a la vez potencialmente desconocido en su nueva identidad.

Como todas las personas que ingresan al colegio debió llenar un formulario y realizar una entrevista personal con el Director del establecimiento. Desde el momento de su ingreso, la inclusión de una persona trans enfrentó al colegio a una serie de interrogantes que debimos plantearnos como equipo, y nos brindó la oportunidad de fortalecernos como institución.. Al inscribirse, L ya tenía su documento con el nombre elegido, lo cual nos mostraba los cambios en el contexto y nos “ahorró” discusiones acerca de cómo registrarlo. (1)

En las discusiones entre docentes nos preguntábamos ¿hasta dónde influía su historia educativa en sus posibilidades de inclusión? ¿Encontraría en la institución un espacio donde su identidad fuera respetada, o se toparía con las resistencias del prejuicio en un contexto educativo? ¿Estábamos preparados como organización para albergar a una persona transgénero? ¿Con qué herramientas contábamos para los desafíos que se presentaban? ¿Qué podríamos aprender de esta nueva incorporación? ¿En qué marco teórico sustentaríamos las adaptaciones que debíamos realizar? ¿Qué dice la normativa? ¿Habría temas que presentarían especial dificultad? 

Si bien la atmósfera general en el colegio fue de apertura, el camino hacia la inclusión plena no estuvo exento de obstáculos. La llegada de L. generó debates internos en el cuerpo docente del bachillerato de Lugano. Surgieron diversas opiniones sobre cómo abordar su situación, desde la necesidad de capacitación específica hasta las dudas sobre cómo manejar ciertas dinámicas dentro del aula, considerando las particularidades del barrio. Desde la Dirección del establecimiento se pensó importante abrir espacios para  fomentar el diálogo y la búsqueda de soluciones respetuosas. Muchxs de lxs docentes habíamos recibido capacitaciones en ESI, que nos sirvieron para pensar conjuntamente la situación. (2)  Por otra parte en la Argentina la Ley de Identidad de género garantizaba su derecho a la  educación y nos imponía algunas obligaciones como entidad pública.

Uno de los puntos más álgidos de discusión se centró en el uso de los baños. Algunos docentes manifestaron incomodidad o incertidumbre sobre qué baño debía utilizar L, lo que generó momentos de tensión y la necesidad de establecer lineamientos claros basados en la legislación vigente y el respeto por la identidad de género autopercibida. La institución comparte edificio con una escuela primaria, por lo que pensar en baños mixtos (una solución potencial) resultaba casi imposible ya que implicaba a otros organismos. Frente a esto se consultó con el propio alumno y se convino en que para no generar inconvenientes usaría el baño para personas con discapacidad. Si bien esto puede ser pensado como violento para algunas personas (incluir a una persona trans como persona con discapacidad) fue la mejor solución que se encontró en función del contexto. 

A pesar de estos desafíos, la actitud de los estudiantes, fue mayoritariamente positiva. Desde lo cognitivo, L. era una persona inteligente y de buen nivel cultural, esto le permitió funcionar como líder de aprendizaje y colaborar con sus compañeros y compañeras en las tareas. Si bien, en el alumnado, hubo preguntas y momentos de curiosidad, la mayoría de los estudiantes lo recibieron con naturalidad y empatía. Sus interacciones cotidianas contribuyeron a derribar prejuicios y a fomentar una comprensión más profunda de la diversidad dentro de su propia comunidad. L. mantuvo una actitud colaborativa y se mostró todo el tiempo abierto al diálogo.

«Al principio, algunos compañeros que conozco de toda la vida en Lugano me preguntaban con respeto sobre mi transición», cuenta L. «Fue una oportunidad para educar y compartir mi experiencia con gente de mi propio barrio. Sentí que la mayoría estaba genuinamente interesada en entender, y el apoyo de lxs docentes  también fue muy importante para mí». Esta mirada de su entorno educativo favoreció la autoestima de L y le permitió reafirmarse en su camino de asumirse en su identidad como hombre.

En este sentido, las jornadas sobre Educación Sexual Integral (ESI), los talleres de sensibilización y la revisión de las normas de convivencia no solo buscaron informar, sino también desafiar las estructuras de poder que históricamente han marginalizado a las personas trans. Estas acciones reflejan un intento de crear un espacio donde la diversidad sea no solo tolerada, sino que constituya un escenario fundamental de aprendizaje, y donde el reconocimiento de la identidad de cada estudiante sea un pilar fundamental. Mediante estas acciones, se estableció un diálogo continuo para abordar cualquier inquietud o conflicto que pudiera surgir dentro del  contexto escolar y con un sentido barrial.

La inclusión de un hombre trans en un colegio secundario de Adultos

Debido a problemas personales, la asistencia de L, fue irregular. Entre otras dificultades, fue desalojado del lugar donde vivía. Desde lo laboral, a L. le constaba encontrar un trabajo estable, se mantenía paseando perros, lo que le confería cierta inestabilidad y afectaba sus posibilidades de continuidad.  Esto sumó algunos inconvenientes a su inclusión. L, por períodos dejaba de asistir y luego volvía; en varias oportunidades, debido a la realización de llamadas de parte de la profesora tutora del curso. Esto también nos replanteó al plantel profesional la pregunta sobre la regularidad y si deberíamos tener algunas contemplaciones particulares con ciertos alumnxs, dentro de los que se encontraba L., también  nos preguntábamos como repercutía esto en el resto del alumnado.

Finalmente L. terminó abandonando nuestro colegio. Luego vino a pedir un pase de establecimiento hacia el “Mocha Celis”, un bachillerato Popular Travesti, Trans y No Binarie, que según su propia definición, tiene por objetivo “integrar a las personas travestis, trans y no binarias en la educación formal para co-crear un nuevo mundo donde no existan las barreras estructurales que enfrenta la comunidad TTNB hoy en día”. Está decisión (válida y entendible) dejó en el plantel cierto “sabor amargo” y de frustración por el esfuerzo invertido que no llegó a la culminación de un egreso en nuestra institución.

La experiencia de L nos muestra que la convivencia genuina a menudo implica confrontar prejuicios arraigados y superar obstáculos prácticos, incluso dentro de comunidades con fuertes lazos y con una dirección comprometida. Requiere voluntad de aprender, de escuchar diferentes perspectivas y de adaptar las estructuras existentes para garantizar que todas las personas se sientan seguras y respetadas. Si bien el camino puede ser sinuoso y presentar desafíos, la inclusión no es algo automático ni lineal. La transición de la inclusión a la convivencia implica pasar de un enfoque centrado en la integración de individuos o grupos, a la creación de un ambiente de respeto y colaboración donde todos puedan participar activamente y sentirse valorados. La inclusión se refiere a la participación de personas en actividades, mientras que la convivencia implica la capacidad de las personas de coexistir en armonía, valorando la diversidad y la contribución de cada una de las personas involucradas. Exige el compromiso de la comunidad educativa y debe  ser  impulsado por un liderazgo sensible y fundamentado. Además requiere de políticas públicas que ayuden y sostengan los cambios necesarios. Cuando puede darse,  no solo beneficia a las personas directamente involucradas, sino que enriquece a toda la comunidad educativa, fomentando la empatía, la comprensión y el respeto por la diversidad en el propio barrio. La historia de la inclusión de  L. en el ámbito del C.EN.S, con sus luces y sus sombras, es un recordatorio de que construir puentes hacia la inclusión requiere valentía, diálogo y la firme convicción de que un futuro más justo y equitativo es posible, incluso en las instituciones que tienen prácticas muy arraigadas y que caminamos todos los días, pero para ello es necesario estar dispuestos a animarnos, a cuestionar nuestras propias matrices de aprendizaje e incorporar “lo nuevo”.

La inclusión de un hombre trans en un colegio secundario de Adultos

Referencias

  1. La Ley Nacional N° 26.743, también conocida como Ley de Derecho a la Identidad de Género, establece que toda persona tiene derecho a que se reconozca su identidad de género autopercibida. Esto implica la posibilidad de modificar sus datos personales en el Registro Civil, incluyendo el nombre, la imagen y el sexo registrado. La ley también garantiza el acceso a tratamientos médicos de adecuación a la expresión de género, incluyendo intervenciones quirúrgicas y hormonales, sin necesidad de autorización judicial o administrativa.

  2. La Ley N° 26.150, también conocida como la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), establece el derecho de todos los estudiantes a recibir educación sexual integral en todos los establecimientos educativos públicos y privados, de gestión estatal y privada, de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal. También crea el Programa de ESI que elabora materiales didácticos y capacita a lxs docentes en la temática. En CABA es la ley 21100.
Gerardo Averbuj
Gerardo Averbuj

Lic. Gerardo Averbuj – Lic. En Sociología. Profesor de enseñanza media y superior en sociología. Especialista en problemáticas sociales infanto-juveniles.

Docente con más de 30 años de experiencia, actualmente Director Titular de una secundaria de adultos. Docente de “Práctica de la Enseñanza” del profesorado de sociología –UBA- Capacitador docente en CABA. Docente de posgrado en la Universidad de la Cuenca del Plata.

Autor de varios artículos y libros sobre educación, derechos de niños, niñas y adolescentes. Entre ellos: “La escuela no puede sola” (Ed. Ricardo Vergara); “Violencia y Escuela (Ed. Aique); “Niñez,, Juventud y Medios” (Defensoría del público); “Maltrato Infantil. Orientaciones para actuar desde la escuela” (Min. de Educación).

 

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