Chico encarcelado en una jaula.

El riesgo de encarcelar las infancias.
Porque es necesario transitar las cárceles.

La Constitución Nacional de la República Argentina, en su artículo 18, manifiesta:
“… Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice”.

Pero esto no funciona así. 

Las cárceles en nuestro país son lugares donde los sujetos viven hacinados, vulnerados, vejados y violentados. Seres carentes de los mínimos derechos: salud, educación, higiene personal y trabajo entre otras cosas. Esta situación sin ninguna duda promueve hastío, frustración, ira, bronca, resentimiento y violencia constante, porque vivir así se convierte en un padecer. 

Es un “sobrevivir” si se puede así llamarlo, algunos autores lo denominan “muerte en vida”. Es esencial que como sociedad comprendamos que continuar encerrando sujetos en las prisiones en estas condiciones inhumanas nunca llegará a buen puerto. Jamás una cárcel podrá ser un lugar donde los seres puedan repensarse, inquietarse, generar un pensamiento crítico, reflexionar sobre su historia y tener una posibilidad de reinsertarse en la sociedad. Es urgente replantear y tensionar el sistema carcelario, su dinámica y funciones. 

No a la baja

En relación a esta nueva idea de bajar la edad de punibilidad a los 13 años creo que es preciso realizar algunas aclaraciones: 

La punibilidad no es lo mismo que la imputabilidad. Cuando hablamos de la primera nos referimos a la edad en la cual un sujeto puede ser condenado a algún tipo de reclusión y en relación a la segunda se trata de la posibilidad de entender el delito cometido. Podemos pensar que un adolescente/niño/a puede entender un delito, pero no por eso se lo puede condenar como a un adulto a estar encerrado en una cárcel. No puede, ni debe tener el mismo tratamiento un menor que un ser adulto. 

Es preciso entender que es responsabilidad del Estado y del mundo adulto garantizar los derechos de los niños/as y adolescentes. Es nuestro deber pensar qué le sucedió a ese ser para llegar a cometer un delito, qué cantidad de derechos tiene y tuvo vulnerados, qué ocurrió en esa construcción subjetiva, quién alojó a esa piba o pibe, quién lo/a miró y fundamental qué vínculos y redes sociales lo/a sostienen.

Por otra parte, es importante tener en cuenta que la cantidad de menores de edad que delinquen es ínfima, menos de un 5% de los delitos cometidos, y entender que nada bueno puede surgir luego de encerrar a un menor y someterlo al régimen penitenciario. 

Otro tema fundamental es el principio de progresividad; no es posible que los derechos garantizados por las leyes sean regresivos, no pueden disminuir, sino por el contrario los derechos sólo pueden aumentar y progresar gradualmente. Esta postura sobre la baja de punibilidad claramente retrocede en los derechos adquiridos. 

Por otra parte, todas las recomendaciones de los organismos internacionales manifiestan y aconsejan no bajar la edad de punibilidad entendiendo que sólo se perjudica a los menores y no tiene ningún beneficio ni para bajar la tasa de inseguridad.  

Creo que este nuevo discurso obsoleto y cruel es una actitud tribunera y marketinera para que algún sector de la sociedad se quede conforme pensando que esta medida logrará generar más seguridad, lo cual es absolutamente falaz. Nadie puede estar seguro en una sociedad que comienza a encarcelar a sus infantes. Lo único que estamos construyendo es una sociedad que vigila y castiga en palabras de Foucault. Gran error confundir estos dos términos. Si tuviéramos seguridad jamás haría falta una humanidad controlada y presa. 

Este tipo de acción punitiva y represiva lo que fomenta es la estigmatización de los niños/as y adolescentes, en su mayoría pobres, ubicándolos en el lugar de delincuentes cuando son los mismos que más padecen las consecuencias de la pobreza, indigencia y vulnerabilidad de un Estado ausente que debería contenerlos, sostenerlos, protegerlos e incluirlos y no expulsarlos a una jaula.

Estos pibes/as tendrían que estar trazando, narrando su devenir, pensando en su porvenir con oportunidades y capacidades para hacerlo. Contrariamente a esto se propone encarcelarlos sin preguntarse cuál es el punto, el foco, la causa del problema. Convertir en victimarios a estos menores es no ver, ni entender que, si un niño/a o adolescente no tiene un lugar de confiabilidad, de alojo, una mirada tierna dispuesta que lo habilite a ser y a hacer, se lo obtura y clausura como sujeto. Se clausura su devenir.

¿Quiénes son los verdaderos inseguros en este país? Sin dudas los chicos/as a los que les falta la comida diaria, la educación cotidiana, una vivienda digna, un contexto que no los sancione, sino que los posibilite, que no los estigmatice, sino que los albergue y un sistema de salud que pueda atenderlos. Mientras no entendamos esto seguiremos depositando sujetos en cárceles para la “seguridad” de algunos.

Estos niños/as y adolescentes necesitan ser mirados, tenidos en cuenta, subjetivados por otro que los cobije y contenga, que le sirva de borde y un Estado que comprenda que la mejor historia que estos pibes y pibas pueden contar es la de una vida en libertad y no anécdotas tumberas.

 El Estado es garante del cuidado y protección de los derechos de estos niños/as y adolescentes, no un brazo armado que los vigila y castiga. Estas políticas sólo nos llevarán a convertir a nuestros adolescentes y niños/as en números dentro de una estadística sin entender que una sociedad jamás puede estar tranquila ni segura con sus niños y niñas enjaulados.

Un poco de historia sobre la educación en contextos de encierro

El primer Centro Universitario que existió en un penal en la Argentina fue en Devoto. El Centro Universitario Devoto (CUD), está ubicado dentro de la cárcel federal de Devoto, Ciudad de Buenos Aires, donde funciona desde 1985 una sede de la Universidad de Buenos Aires.

El CUD tiene su historia y particular, por supuesto. Comenzó a funcionar en 1985 cuando un grupo de presos realizó gestiones y protestas para que los dejaran estudiar. Existían sectores del Servicio Penitenciario Federal (SPF) que apoyaban el pedido y otros que se oponían rotundamente. Después de una lucha de los internos el Centro abrió y hoy es un espacio de “libertad” dentro de un contexto de encierro y oscuridad.

En la actualidad, los internos disponen de las siguientes carreras: Derecho, Sociología, Ciencias Económicas, Psicología, Ciencias Exactas, Filosofía y Letras, además de diferentes talleres que les permiten conversar, charlar, pensar y, sobre todo, los habilita a crear y mantener un pensamiento crítico. A poder pelear y luchar por ese espacio construido y sostenido por ellos. Y cuando digo sostenido lo hago en forma literal. Los hombres que asisten al CUD son los que lo cuidan, lo pintan, lo decoran, lo mantienen limpio, lo ordenan y hacen de ese lugar un espacio de libertad mental, de distracción y de crecimiento grupal e intelectual.

Otro punto central del CUD es la biblioteca hermosa que crearon, es un sitio muy cálido repleto de libros de diferentes temáticas que los internos pueden leer tanto ahí como en sus pabellones. Es un sector donde se juntan para conversar temas de la cotidianidad del Centro como también para estudiar en conjunto o leer en tranquilidad.

Este espacio que está habilitado de lunes a viernes de 9:00 a 18:00 pero que se mantiene cerrado los fines de semana, lo cual es una lástima ya que durante el sábado y domingo se podrían brindar talleres. Esas actividades que durante la semana no son posibles porque a los docentes se les dificulta ir o porque los internos están asistiendo a sus clases. 

Los más de mil metros cuadrados del CUD están rodeados de rejas, pero permanecen ajenos del devenir carcelario y eso es notorio ya que no hay rejas internas ni personal del servicio penitenciario. En sus aulas, sala de actos, pasillos, biblioteca, laboratorios y hasta en los recovecos, no hay requisas ni uniformados, sólo estudiantes, profesores, talleristas y otras personas que circulan por las instalaciones.

 

¿Por qué debemos transitar las cárceles?

En el Centro Universitario de Devoto percibí ganas, entusiasmo, grupalidad, un espacio ameno, sujetos en franco proceso de rehabilitación, diversos proyectos colectivos y, sobre todo, una gran necesidad de crear vínculos, tramas y redes que los sostengan y contengan. Son personas que han logrado construir, generar un conjunto de presencias que se acompañan, que se comprometen y cuidan su lugar. 

Creo que es imprescindible defender este proyecto donde los internos pueden adquirir una bocanada de libertad y de esa manera comenzar a trazar un nuevo relato, una nueva trayectoria real, singular y particular. O, tal vez, resimbolizar su propia historia.

Como dijo el escritor José Saramago: “Dentro de nosotros hay una cosa que no tiene nombre. Eso es lo que somos”. 

Lic. Carla Elena
Lic. Carla Elena

Autora de “ESI, haciendo camino al andar”, “Feminismos y adolescencias”, “La escuela no puede sola” y otros textos. Psicóloga Social. Diplomada en “Violencia Familiar y Género”. “Derecho de Niñez y Adolescencia”. “Discapacidad”, «Educación en Contextos de Encierro», “ESI en Territorios” y “Sexualidad y Discapacidad”. Posgraduada en “Educación Sexual Integral: Desafíos de la implementación en el ámbito educativo y comunitario”. “Despatologización de las Diferencias”. Miembro de Forum Infancias. Docente. Columnista de El Furgón. Participa en Radio Tinkunaco, Radio Gráfica y Radio Casona en temas sociales y educativos.

Bibliografía

  • Cesaroni Claudia (2010). “El caso de los adolescentes condenados a prisión perpetua en la Argentina”. Grupo editorial Norma.
  • Derrida Jaques. (1998) La Hospitalidad. Paris. Editorial De la Flor.
  • Carla Elena (2020). “Una territorialidad entre rejas”. Revista Movimiento
  • Paroncini, Ana Laura (2014) «Cuando se invisibilizan los muros…» La escuela como posibilidad de libertad en el encierro: Un estudio sobre la construcción de representaciones sociales de la escuela en el contexto carcelario”. Memoria Académica UNLP.
  • Saramago, J. (2010). Ensayo sobre la ceguera. Alfaguara.
  • Skliar Carlos. (2017) La educación tiene que ver con el encuentro difícil, arduo, entre la infancia y la adultez, Buenos Aires. Editorial Noveduc.com.