Devolverle a la pubertad su importancia liminar

“¿Qué era, aquella quemazón, aquel asombro, aquella infinita insuficiencia,
aquella dulce, aquella honda, aquella radiante sensación de las lágrimas al aflorar? ¿Qué era?”

Resulta conmovedor y complejo hablar de niñeces y adolescencia, en este tiempo cruel de infancias bajo la línea de indigencia, época de un desamparo brutal.

Esto amerita aclarar que todo lo que podamos decir sobre la lógica subjetiva de infancias y adolescencias está atravesado por esas variables, necesidades básicas insatisfechas, padres y madres sin trabajo o con riesgo de perderlo, desamparo y dolor, incertidumbre social, vital.

Somos en una época, en un tiempo.

La singularidad se recorta en la época y la sociedad a la que se pertenece.

Esto que nos parece de una enorme obviedad es negado o renegado, diría, cuando la ciencia positivista agrede con diagnósticos a mansalva a niños, niñas y adolescentes, señalando los síntomas como disfunciones en relación a una pretendida normalidad y no como señales que aluden a una causalidad, que vienen a decir de la misma. No puede excluirse la situación social,  económica, histórica en que esa infancia o adolescencia transita.

A partir de sentar estas bases me propongo abordar la importancia del tiempo vital de la pubertad tomando como vectores: tiempo y discurso. 

El tiempo es el intervalo entre dos acontecimientos, entre dos marcas significantes, entre dos segundos, entre dos milésimas de segundo, entre dos. El tiempo es el intervalo.

Infancia-adolescencia, es un  tiempo de pasaje, el guión en este escrito puede simbolizar el entretiempo, ese pasaje: la pubertad.

Y ese pasaje es umbral, un umbral de una importancia fundamental.

Sin embargo, a mi juicio, no se le da a la pubertad, en lo familiar y lo social, la mirada cuidadosa que amerita y la lectura, respetuosa de la subjetividad que requiere.

Donald Winnicott, una vez más viene en nuestra ayuda para que estemos a la altura de la cita con nuestros pacientes púberes. 

Dice Winnicott:”La pubertad llega como un alivio y a la vez como un fenómeno inmensamente perturbador…” (1)

Perturbación por el tiempo de transformación y conmoción de que se trata. Alivio porque se va dejando el territorio de la infancia donde se dependía totalmente del Otro Primordial, lo que resultaba, de nuevo paradojalmente, protección y alienación.

Este restarse  para que sea propicio es necesario que sea paulatino, con el Otro cerca, ya no al modo de la infancia pero cerca.

El umbral de la pubertad ha cambiado con las épocas su ubicación etárea .

Hace décadas alguien era considerado púber a los 12 o 13 años.

Hoy podemos ubicar la pubertad a los 10 u 11 años.

La menarca por ejemplo, como correlato biológico, cada vez es más frecuente a los 9 o 10 años.

El lenguaje, el hablante-ser marca lo biológico sin duda.

Ese tiempo de pasaje en otras épocas estaba ritualizado, aún lo está en algunas sociedades. Hay ritos de pasaje, transmitidos de generación en generación.

Giorgio Agamben dice en “Infancia e Historia”:”La relación funcional entre ritos y calendario es en general tan estrecha que Levi Strauss, en un estudio reciente, llegó a afirmar que “los ritos fijan las etapas del calendario como las localidades en un itinerario. Estas amueblan la extensión, aquellos la duración” y que “la función propia del ritual es…preservar la continuidad de lo vivido”. Si esto es así (…) podemos conjeturar una relación al mismo tiempo de correspondencia y de oposición entre juego y rito, en el sentido de que ambos mantienen una relación con el calendario y con el tiempo, pero que dicha relación es inversa en cada caso: el rito fija y estructura el calendario, el juego en cambio, aún cuando todavía no sepamos cómo ni por qué, lo altera y lo destruye(2)

Es decir, el rito, o alguna forma de coordenada espacio temporal del Otro, fija un hito y el sujeto, el púber en este caso, con su juego de ir siendo por fuera de sus Otros Primordiales, lo transforma y hasta destruye para crear otra cosa.

Pero para que pueda hacerlo esas coordenadas del Otro son necesarias.

En los ritos de alguna manera se trata de la inserción en la sociedad de un sujeto que comienza a ir más allá de sus otros familiares.

En muchos de ellos, en diversas comunidades, también se produce la pérdida de algo y la inscripción de dicha pérdida: marca en el cuerpo, perforación de nariz, de oreja, la entrega de algún objeto.

Estos ritos a lo largo de los siglos fueron cada vez más sublimados, cumpleaños de 15, Bar Mitzva, viaje de egresados. Todos dan cuenta de una partida, la de los hijos del hogar a la sociedad más extensa.

Sin embargo, se fue produciendo el abandono cada vez más marcado de ritos en nuestra  época en virtud de una supuesta modernidad “superadora” y de ningún modo digo que tal o cual ceremonia fuera indispensable, sino que señalo, que al haberse vuelto difuso ese pasaje ha dejado a los y las púberes más desorientados.

No es ni bueno ni malo, ha ocurrido.

Podemos señalar que la ausencia de movimientos de sus otros, encarnadura del Otro, movimientos y decires que den cuenta del cambio de posición de ellos, en tanto registran el crecimiento de los púberes, ha traído efectos más nocivos que benéficos.

Porque también se fue abandonando el lugar de cuidado y de escucha del mundo adulto.

O sea, no sólo se trata de que el rito ya no tenga tanta consistencia o directamente no existe sino que también el discurso de ese Otro familiar y social ha dejado de dar coordenadas, ha caído en general de la función de sostén y entonces los adolescentes son como arrojados a una “pseudoadultez”. O por el contrario son retenidos desde una posición que produce inhibición para poder cruzar el umbral.

Y allí los y las púberes ubican su decir, su discurso, sus propios ritos.

Pero ese discurso ¿a quién le habla?, ¿de qué habla?

Sostengo que le habla a su Otro y se habla a sí mismo.

En el desconcierto vertiginoso de su devenir liminar la pubertad le habla al Otro pretendiendo que lo escuche en su transformación, pero a su vez intentando ir desprendiéndose del niño o niña que fueron para ellos…

Para el púber hay un discurso oficial: el de sus padres y detrás de este el discurso social. Estos discursos están plenos de sentido: lo que está bien, lo que está mal, la seguridad, la solidaridad, lo que deben y no deben hacer.

Siempre recuerdo a Emmanuel Levinas y esa advertencia de que nos cuidemos del mal que por el bien se hace.

Ya que lo que el discurso del Otro no se acompaña de la transmisión de un vivir la adultez acorde a lo que se le ordena o se espera del adolescente.

Ahora bien, creo que habitualmente se escucha al discurso puberal como si ya se tratara del de un adolescente.

Obvio que ese umbral no es de contornos hiperclaros, es una zona permeable y de mucho movimiento. Pero hay diferencias entre el umbral puberal y el territorio adolescente, y, si no se registran esas diferencias, se aceleran los tiempos de la pubertad o se coarta ese tiempo. Lo que agrega más confusión e incertidumbre a la saludable y natural de esa etapa.

La pubertad claro es disruptiva, pero necesita un transcurrir.

En ese tiempo, transitará lo que acontece, la contingencia, las transformaciones, poniendo en juego sus creaciones, en tanto sus otros reconozcan ese momento vital del umbral sin inhibirlo ni apresurarlo.

Arminda Aberastury dijo alguna vez:

Su madre ya es más para él, algo más que lo que calma el hambre, es una voz, un contacto, una sonrisa, el ritmo de sus pasos. La necesita simplemente para saber que no ha desaparecido” (3)

Esta es una frase enorme, que si bien remite a la primera infancia, a los primeros tiempos de la vida, creo que  también es brújula en relación a la pubertad. Me refiero a que el púber necesita al Otro primordial para saber que no ha desaparecido, pero también que no ha desaparecido él o ella en esa transformación del umbral. 

Entonces no desaparecer es justamente haber podido confirmarse a partir del deseo del Otro pero más allá de él.

Es decir, en ese tiempo del se parere del que nos habla Lacan con su ¿puedes perderme?, en ese movimiento de separación de la pubertad es fundamental que el Otro pueda estar ubicado desde su deseo y desde su acción para que el púber sienta que puede moverse sin desaparecer.

Los y las púberes van encontrándose con un nuevo poder en relación al mundo, pero a su vez necesitan y esperan que sus otros familiares estén cerca, a mano, para escucharles, para limitarles, para jugar esas coordenadas de las que hablábamos.

No sentencias, ni sermones, sí palabras, opiniones, límites, decisiones.

Para aceptarlas, para oponerse, para jugar el juego de la pubertad, es decir de un nuevo fort da.

El Otro familiar, el Otro social está muy presto a adaptar, a encasillar, a regular o por el contrario a desamparar decidiendo que ya es grande.

Me sirvo del maestro Winnicott nuevamente “La tarea permanente de la sociedad, con respecto a los jóvenes, es sostenerlos, contenerlos, evitando a la vez las soluciones falsas (…) de la indignación moral. (…) Insisto en señalar que respondamos al desafío, en vez de dedicarnos a curar algo intrínsecamente saludable”. (4)

El punto a mi entender, es que ese “no saber adónde ir” tan bien graficado por Winnicott necesita de un marco, de un simbólico que el mundo adulto debería poder brindarle para que él viva su “no saber”, su deriva.

Sin embargo, como decíamos antes sobre los rituales, la garantía del simbólico está profundamente dañada.

Entonces, en lugar de cumplir su función de sostén, el Otro familiar y social, se planta frente al púber  como un gigantesco panóptico.

Planteo entonces que nuestra sociedad, en lugar de ofrecerse como marco simbólico, para que el púber juegue su partida, se ubica como un inmenso “panóptico”, ese lugar desde donde todo se ve pero nada se mira, y mucho menos se escucha.

En esta situación, en lo liminar de la pubertad, los adolescentes por advenir buscarán saltar de la cuna, con movimientos más intempestivos y riesgosos cuanto menos sean escuchados, o se detendrán en un limbo sin poder cruzar el umbral.

 “El tiempo es una invención del movimiento. Aquel que no se mueve no ve pasar el tiempo” (5)

Ojalá podamos como mundo adulto acompañarles a inventar su movimiento, lo que equivale a respetar su subjetividad.

Gabriela Insua
Lic. Gabriela Insua

Licenciada en Psicologìa. 

Psicoanalista y escritora

– Coordinadora  Clinica, Supervisora y Docente del  Equipo de Abordaje de los Efectos del Acontecimiento  Traumático del Centro Dos, Institución de Formación en  Psicoanálisis, Ciudad de Buenos Aires.

– Supervisora y docente de los Equipos de Salud Mental del Hospital Santojanni, del Hospital Alvarez , de residentes del Hospital Piñero , todos ellos en Ciudad de Buenos Aires y del Hospital Posadas en la provincia de Buenos Aires.

– Supervisora de las Residencias en Salud Mental PRIM de  Pcia de Bs As y de residencias de las provincias del interior del país.

Autora de los libros: 

“Volver al Mètodo. Elogio de la Invenciòn Freudiana desde Lacan”

“No Patologizar la Adolescencia”

“Ojalà Te Enamores. Sobre la Lògica Amorosa en la Adolescencia”

“Saltar de la Cuna. La Subjetividad Adolescente. El Derecho al Sìntoma”

“El Erotismo Adolescente en Tiempos de la Marea Verde”

“Abuso Sexual en la Infancia y Adolescencia. El Horror Màs Silenciado”

 “¿ Còmo Pudo Despertarse con esa Herida?. Estados Abatidos en la Adolescencia”

Su libro “Abuso Sexual en las Infancias y Adolescencia . El Horror Màs Silenciado” fue declarado de Interés Social y para la Salud por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en junio de 2020.

Se publicò en octubre del 2023 en Buenos Aires una versión ampliada de este libro editado esta vez por Letra Viva.

-Compiladora y coautora de:”Lo Indecible. Clínica con lo Traumático”

-Conferencista invitada en Seminarios de Argentina e Internacionales en temas como clínica con adolescentes, clínica con lo traumático, abuso sexual en las infancias y feminismo, psicoanálisis y género.

 

Referencias

  1. Winnicott Donald, “El Concepto de Individuo Sano” en “El Hogar, Nuestro Punto de Partida”,Paidòs,Buenos Aires, 2011, pág. 27.
  2. Agamben Giorgio, “Infancia e Historia”, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2003,pàg.98
  3. Aberastury Arminda, “El Niño y sus Juegos”, Ed. Paidos,Buenos Aires, 2013,pàg.24
  4. Winnicott D,”La Juventud No Dormirá”, en “Deprivaciòn y Delincuencia”, Paidos, Buenos Aires, 2003, pág. 181.
    Nothomb Amèlie, “Metafísica de los Tubos”, Editorial Anagrama, Barcelona, 2002, pàg. 16

Bibliografía

  • .Aberastury Arminda, “El Niño y sus Juegos”, Ed. Paidos, Buenos Aires,  2013,
  • Agamben Giorgio, “Infancia e Historia”, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2003
  • Winnicott Donald, “El Hogar del Punto de Partida”, Paidòs, Buenos Aires, 2011
  • Winnicott Donald, “Deprivaciòn y Delincuencia”, Paidòs, Buenos Aires, 2003