Encuadre 2.0: El Encuadre en Dispositivos Analíticos Virtuales

El Encuadre en Dispositivos Analíticos Virtuales

Un proceso ha de desarrollarse dentro de ciertos límites y, para que éste se aprecie como tal ha de referirse a un trasfondo constante. El encuadre tiene que ver con la forma que se da un determinado contenido, que es proceso. El proceso es lo que está en movimiento y la forma que tiene un proceso psicoanalítico deberá ser adecuada a su contenido; si el contenido es cambiante ¿puede la forma ser constante?”

(Sesión por videollamada)

-¿Te molesta si me prendo un cigarrillo?

– Uy, a ver, dejame pensar (lo que pienso es que esto en el consultorio y de manera presencial no hubiera pasado, cerebro pensá algo mejor…). Me parece que no tenés que fumar, pero no porque me moleste, sino porque “algo” te dio ganas de prenderte un cigarrillo justo ahora, no sé… ¿ansiedad?¿temor? y eso tenemos que hablarlo, no fumarlo, no actuarlo.

– Sí, me dí cuenta, creo que por eso te pregunté…

Hay una paciente a la que frecuentemente la escucho (¿la intuyo? ¿la supongo?) fumar del otro lado de la línea telefónica, nunca le dije nada, tampoco me dio lugar ni salió el tema.

Una colega comentaba que una paciente de ella tiene las sesiones en el lavadero y muchas veces se deja ver algo que ella no elije mostrar (¿?) alguna prenda íntima. ¿Qué hacer con esos «trapitos sucios»?

Otra colega contaba que una paciente tenía sus sesiones en la terraza, fumando y bebiendo vino. Esto tampoco pasaba cuando las sesiones eran presenciales. Una de mis pacientes jóvenes también utilizaba la terraza como vehículo para la privacidad, no fumaba ni consumía, aunque fuera de la sesión sí lo hacía.

Videollamada con el terapeuta

Durante una sesión telefónica tuve indicios de que el paciente fue al baño e hizo pis… no mencionó nada de eso, la sesión no se interrumpió ¿o sí?

El psicoanálisis, desde su nacimiento, ha tenido algo de disruptivo y subversivo y se ha propuesto alojar a los sujetos y las problemáticas de cada época. Desde un principio fue extendiendo impertinentemente los confines de su práctica pudiendo abarcar patologías, edades y contextos para los cuales no fue originalmente diseñado. Hoy ya no está en discusión si es posible analizar las psicosis, analizar niñxs o si es viable el psicoanálisis en el hospital. Sin embargo, hasta hace 3 años estaba en discusión, si era posible, viable o incluso adecuado el análisis en un dispositivo virtual. Interrogando esas posibilidades, hubo ocasiones en las que incluso me atreví a enunciar si en ciertos casos un análisis con dispositivo virtual no sería lo más indicado. No un plan B cuando lo ideal de la presencia no es posible, sino un planificado e indicado encuadre virtual; ya sea desde el inicio o una modificación devenida por lo que vamos descubriendo en algún caso. La vida virtual está entre nosotros hace más de 20 años, muchos sujetos contemporáneos pasan la mayor parte de su vida on line, la cual tiene efectos trascendentes positivos y negativos, cómo entonces no contemplarla como variable a tomar en cuenta a la hora de decidir qué encuadre es el deseable para cada consultante.

Como la necesidad tiene cara de hereje y en el año 2020 los procesos presenciales se vieron abruptamente interrumpidos, muchxs analistas se han autorizado a practicar análisis desde la virtualidad o incluso a “confesar” que ya lo venían haciendo, pero no lo exponían por el prurito de ser juzgados. Habla mal de nuestro medio que se ejerza el silencio en defensa propia y que revelar algo de la práctica tenga visos de “confesión”.

Ilustración de una videollamda en pandemia con el terapeuta.

Diríamos que pasar del encuadre presencial al virtual no es tan simple como abrir una cuenta de Skype, Meet o Zoom ¿O tal vez si? ¿Los dispositivos virtuales tienen cierta especificidad que valga la pena contemplar? Veamos…

Lo primero que hay que recordar es que “encuadre” no es un término utilizado por Freud, sino construido con inspiración en sus enseñanzas y a la medida de cada época. ¿Qué sucede en la nuestra?

Parafraseando a mi muy querido Horacio Etchegoyen, que de clínica sabía muchísimo, comenzaremos por definir al encuadre como un conjunto de ciertas variables fijas que sirven de marco al proceso psicoanalítico. Serían las condiciones que un/a analista considera convenientes para que se desarrolle el trabajo con cada paciente. Hay ciertas variables que dependen de las particularidades de cada paciente y ciertas otras que dependen de cada analista, ya que generan las condiciones bajo las cuales puede realizar su trabajo. Atendiendo a las peculiaridades de ambos, para cada proceso se establece un encuadre, que cuando es perturbado, modificado o transgredido tiene consecuencias que son incluidas en el trabajo a realizar.

El psicoanálisis, desde su nacimiento, ha tenido algo de disruptivo y subversivo y se ha propuesto alojar a los sujetos y las problemáticas de cada época.

Hay una corriente que tiende a pensar el encuadre como algo prefabricado e inamovible. Es una corriente muy discutida porque entendemos que tanta fijeza sólo puede responder a fines defensivos, defensivos por parte de lxs analistas. 

Sin caer en fijezas y arbitrariedades, podemos coincidir que hay algo de la previsibilidad, regularidad y de ese contrato tácito y explícito que se realiza entre cada paciente y analista que enmarca y sirve de continente que aloja al proceso. La existencia misma del encuadre es lo que permite nombrar lo que sucede dentro de esos límites como una sesión psicoanalítica, con la contundencia y particularidad que tiene. El encuadre genera que ese lapso de tiempo se recorte como algo distinto dentro del continuo de la vida cotidiana. Dentro de ese encuadre rigen reglas particulares. Dentro del encuadre y habilitado por su existencia, lo que se espera del/la analista es una cierta actitud expectante e interrogativa que llamamos Atención Flotante, una suspensión del juicio, a la que llamamos Neutralidad y la inhibición de las pulsiones y realización de fantasías, a lo que llamamos Abstinencia. Lo paradójico es que esa actitud psíquica de lxs analistas no es algo que provenga de la voluntad, sino que es una disposición ligada a lo inconsciente, al deseo, de ahí la importancia del análisis personal, ya que, dentro de los límites del encuadre el/la psicoanalista es, más que nunca, responsable de su propia realidad psíquica, porque si no es dueño de ella, corre el riesgo de adjudicársela a lxs pacientes. 

Si tomamos en cuenta todas estas variables mencionadas ¿qué diferencias habría a la hora de pensar el encuadre virtual?

¿qué diferencias habría a la hora de pensar el encuadre virtual? . . .
Cada analista debería conocer y hacerse responsable de sus propios límites."

Básicamente cada analista debería pensar sus condiciones de posibilidad para poder situarse adecuadamente como tal y realizar su trabajo. Qué condiciones le permiten relajarse y a la vez estar a la expectativa, sentirse segurx, escuchar y confiar en el proceso. ¿Qué necesita para poder situarse en esta actitud mental que favorezca su atención flotante desde la neutralidad y la abstinencia? Cada analista debería conocer y hacerse responsable de sus propios límites. Los dispositivos tecnológicos pueden ser un límite, pero no para el encuadre, sino para el/la analista. Algo de lo que he escuchado es que la desconfianza en la tecnología o mejor dicho, en las propias habilidades relacionadas con la tecnología se desplaza injusta e inconscientemente a desconfiar del dispositivo virtual. 

La vuelta masiva de los análisis a la virtualidad en 2020 como consecuencia del aislamiento produjo al principio un fenómeno digno de analizar en estas coordenadas. Como se había generalizado el uso de la tecnología, muchos colegas que me habían escuchado o leído alguna vez hablando de estos menesteres, me contactaron para contarme sus experiencias durante esos momentos tan desconcertantes. Se los agradezco tanto! Gracias a esas charlas fui pudiendo observar que los pacientes se habían dividido en dos grandes grupos: los que continuaron o comenzaron su trabajo en la vía virtual y los que postergaron, o incluso interrumpieron, su proceso analítico. Lo más llamativo es que se verificaba una feliz coincidencia: los pacientes que habían querido continuar estaban trabajando con analistas que se sentían cómodxs o, al menos, bien dispuestxs con la tecnología; y los pacientes que habían interrumpido estaban trabajando con analistas más resistentes a este tipo de encuadre, sea por objeciones teóricas o dificultades prácticas. Antes que los apremios económicos tomaran protagonismo, ni bien comenzó el aislamiento he escuchado cosas como “tengo muy pocos pacientes, pero la verdad mejor, porque no me siento cómodo con el telefonito, o con los chicos en casa, o sin mis cosas y mis libros”. Lxs pacientes han tenido la astucia de demandar la continuidad de sus procesos a quienes se sentían cómodxs con lo virtual y han tenido la generosidad de interrumpir o esperar a quienes se sentían fuera de su medio. ¿Es eso o es que la predisposición, buena o mala, consciente o inconsciente de lxs analistas ha tenido efectos en la continuidad de los procesos? Después de todo la resistencia es la resistencia del/la analista y el deseo también.

En el encuadre virtual lxs pacientes manejan más variables, son más activxs, propositivxs, ellxs eligen muchas de las condiciones bajo las que se va a desarrollar la sesión. Esto es fuente de una gran riqueza si podemos aprender a aprovecharla, pero a la vez vemos que favorece mostraciones o actuaciones que escapan a la vía significante y que tendríamos que poder acotar. Me gustaría seguir pensando con otrxs estas situaciones, porque si las reglas del encuadre virtual no están claras, no podemos subrayar como transgresiones algunas de estas conductas, sin embargo no podemos dejar de pensar que “hacen ruido”. Creo que para orientarnos tenemos que recordar el sentido del encuadre, que por un lado es proporcionar al lxs analistas las condiciones bajo las cuales pueden posicionarse para realizar su trabajo y, por otro lado, se propone a lxs pacientes que privilegien la vía simbólica y no consumen en actos los derroteros pulsionales. Los tiempos actuales nos llevan a revisar, matizar, cuestionar y a la vez sostener uno de los pilares fundamentales de nuestra disciplina.

Ordenador haciendo terapia en diván

Autora del artículo: Lic María Eugenia Rubio

–  Lic. en Psicología (UBA).
–  Psicoanalista.
–  Psicóloga clínica y supervisora.
–  Autora de capítulos y artículos sobre TIC y psicoanálisis.
–  Coordinadora de Giro, Formación y Asistencia en Salud Mental.
–  Miembro de la Asociación Civil Forum Infancias.
–  Delegada del Forum Infancias en el Foro de Instituciones de Profesionales en Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires.

Bibliografía

  • Avenburg, Ricardo: “Sobre el encuadre en psicoanálisis”. Revista de Psicoanálisis. APdeBA. Vol. XXVI- N°1. 2004,

  • Etchegoyen, Horacio: “Los fundamentos de la técnica psicoanalítica”. Amorrortu Editores.

  • Freud, S.: “Recomendaciones sobre el tratamiento psicoanalítico”. O.C. Amorrortu Editores.

  • Freud, S.: “Consejos al médico”. O.C. Amorrortu Editores.

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