Infancias, Adolescencias, Vulnerabilidad, Vacío, Pandemia, Subjetividad, Incertidumbre, Suicidio, Políticas, Comunidad

Infancias y adolescencias vulneradas. la dimensión de las políticas públicas. Suicidios y crisis en las adolescencias de postpandemia: versiones del vacío.

Tantas cicatrices que no se ven
Tantas mentiras que ya no sé
Si lo que siento es real o es de la weed
Tantas heridas que no sané
Tantas noches que no dormí
Tantas veces que te mentí
Tantas veces que te perdí
Tantas veces que no me vi¨

Los adolescentes que hoy consultan en salud mental, sea por pedido propio o por pedido o exigencia de su entorno familiar y/o de amigos, hacen referencia clara a las derivaciones que ha hecho la pandemia por COVID-19, los cambios psíquicos y las carencias y, peor aún, las certezas, que ha dejado establecida en el ideario social de un mundo globalizado por las redes sociales. 

No solo hablan de su malestar actual, sino que insisten en las situaciones que emanaron de un momento -histórico- de cambio. No es que antes del COVID no hubiera conflictos armados, desastres naturales y/o políticos, hambrunas o migraciones forzadas, sino que, a aquellos que hoy están en tiempos de construcción de subjetividad, se le han agregado vivencias específicas de un tránsito simultáneo al cambio corporal y psíquico inevitable otro cambio que emana de un ideario global de aplastamiento del otro, desvalimiento de las redes sociales y un horizonte de incertidumbre insistente. 

Los cambios propios del tiempo adolescente y de la juventud requiere de un entorno de cierta estabilidad para derivar en una identidad pasible de ser pilares donde sostenerse en una juventud y adultez con parámetros mínimos de apoyo. La exogamia no es la misma en tiempos de crisis globales donde los valores de construcción sociales basculan, se debilitan y/o directamente se cuestionan. 

Resulta notorio que los adultos refieran malestares centrados más en su progreso o adversidad presente, sean estos conflictos vinculares, laborales o de salud, pero menos en las experiencias de vacío existencial, que si aparecen en aquellos que vivieron parte de su etapa preadolescente y/o adolescente entre el 2020 y el 2023. 

¨ ¿Por qué no puedo pensar en lo que voy a hacer? ¨ – dice una adolescente que fracasa una y otra vez a pesar de haber sido una alumna destacada. ¨No puedo pensar en que algo va a durar…hay algo que vuelve una y otra vez y no puedo contarle a los demás porque piensan que estoy loca porque tengo trabajo y casa. ¿Cómo explicarles que de pronto cuando estaba en el secundario el piso se abrió y me caí en un pozo? Insisten en que no piense en eso, que no estoy en una zona de guerra, pero yo la vivo así¨. Taponando el pasado, este no hace más que volver una y otra vez. Nunca contó las sensaciones de ese tiempo de extrañeza ni siquiera a sus amigas repitiendo que ¨de eso no hablamos¨. 

¿Los profesionales preguntan en las consultas en salud y salud mental como transitaron los jóvenes y adultos el tiempo de pandemia y qué derivaciones suponen portan a consecuencia de ella? ¿Nos remitimos a lo presente pero no relacionamos lo suficiente ambas situaciones siendo un tiempo tan reciente y con un impacto significativo y globalizado? 

 

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Casi nadie puede evitar la evidencia de los aumentos geométricos de los intentos de suicidio y suicidios consumados, las referencias casi constantes de adolescentes que hablan sobre autolesiones cortantes de sus compañeros ya con una naturalización del tema como si pudiera constatarse como conducta ¨normal¨ adolescente.

Un monto de incertidumbre es factible de ser tolerado por el psiquismo. Pero cuando el monto de incertidumbre supera los recursos psíquicos (…) instala el orden del desconcierto. De allí al aplanamiento vital, una forma de reiterada vivencia de inutilidad de la vida, podría haber solo algunos pasos¨. (Altavilla, 2023, pág. 30) 

Devolver al infans estabilidad proporciona habilidad para pensar sus propias emociones, base para tolerar frustraciones futuras y proyectarse hacia adelante. La responsabilidad de los adultos es proporcionar este entorno de sostén mínimo para la construcción de elementos intrapsíquicos que proporcionen la plataforma adecuada para que algo de una escena propia y colectiva sea construida, y propender a lo necesario en el orden del sentido. Imposible pensar un mundo donde lo simbólico se juegue si antes no hubiera un marco en el cual los sujetos visualizaran previamente el orden del contacto con los otros humanos. 

El aislamiento que la distancia social impuso -real o imaginaria- determinó en muchos casos de adolescentes la sensación imperiosa que no hay otros semejantes donde la exogamia fuera posible. La soledad se impuso, la vacuidad se volvió una constante y de allí a la indiferencia hubo un paso. Los más frágiles vieron atravesadas sus historias por un caudal de futilidades que no facilitaban la construcción de ¨lo propio¨. 

«Cuando la capacidad de reverie (de la madre o cuidadores) falla, las proyecciones no metabolizadas del infante retornan como ‘cosas-en-sí-mismas’, llevando a un pseudo-crecimiento: sumisión sin deseo auténtico» (Bion, 1979, p. 52) Es el entorno, el mundo adulto estable el que frente a las emociones crudas del bebé (elementos beta) —miedo, hambre, angustia— las transforma mediante su capacidad de reverie. (Bion, 1962) 

Ahora, ¿qué pasa si en un entorno con estas cualidades aquellos que dirigen las políticas y las acciones globales reduplican la crueldad, la indiferencia y la denigración, enfrascándose permanentemente en discursos donde los insultos y las formas adquieren la dimensión de la bajeza más extrema? Las decisiones que se toman, pero más aún las que no se toman, forman parte de la indiferencia que empuja insistentemente a la desaparición, individual y/o colectiva. 

Los adolescentes y jóvenes están poniendo en juego su vida en las calles bajo la forma de accidentes impensables, peleas extremas y disputas que se eternizan, múltiples versiones de lo siniestro. ¿Son una forma nueva de auto aniquilamiento colectivo? Tal vez sea esto, o una manera límite de delatar un sistema que no aloja, ampara o guía. Un sistema que deja varados a aquellos que esperan (y requieren) un futuro. Los dejan en las garras de lo inútil y lo fútil: influencers que se erigen en el lugar del saber como vivir y como morir, espacios mediáticos donde se valora y potencian las mil formas del control o del dominio sobre el otro. Casi no se visualizan esos espacios, hoy escondidos, donde el humano encuentra el valor de otro humano y donde, por poco que cada uno disponga es, para el semejante, fuente de esperanza. En ellos algo de lo posible aparece. 

 

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Como dice Byung-Chul Han ¨el miedo es, como ya saben, un popular instrumento de dominación (que) convierte a las personas en sujetos obedientes y chantajeables¨, y no hay peor miedo que el miedo al vacío, la desolación del aplastamiento subjetivo o la desaparición del semejante. 

¨Y cuando una parte de la sociedad -que tiene la particularidad de estar en el dominio del poder- entra en un circuito enloquecido de autosubsistencia despojando al resto de los seres humanos de la categoría de semejante y fracturando internamente hasta la desintegración, las formas de moralidad que rigen todo contrato social más allá de la letra escrita, sólo la recomposición de la relación entre ley y moral evita la descomposición de toda posibilidad de pauta que permita que la vida se despliegue en el marco de garantías que eviten que el mundo devenga, real o imaginariamente, una selva.¨ (Bleichmar, 2005, pp. 36)

Es reconstruyendo los lazos sociales donde se funda lo colectivo. 

Reconocer lo vacante, registrar lo perdido y recrear lo imprescindible, que los adolescentes y jóvenes de hoy demandan sin decirlo, la forma ética donde las políticas se juegan. Sin ética respecto de los derechos de los más frágiles no hay políticas públicas que respondan adecuadamente a la construcción y al crecimiento de una comunidad. Son solo mascaradas de gestión. Las gestiones genuinas se visualizan en los hechos que los mismos adolescentes y jóvenes refieren como verdaderas satisfacciones: cuidado por lo colectivo, valor de lo individual y vincularidad entre ambas instancias. 

Si lo individual se despliega en la comunidad estarán garantizados los proyectos y lo autolesivo en todas sus formas de aparición se esfumarán, no como arte de magia, sino como inútiles formas de pedido de auxilio. 

Fragmentación y sociedad se contraponen. Van en sentidos contrarios. La demanda de amor surge en la medida en que hay un otro a quien dirigirse y las políticas públicas no debieran olvidarse de esa condición imprescindible.

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Bibliografía

  • Altavilla, D. ¨Reconstruir(se) luego de suicidios: coordenadas para el desafío frente al arrasamiento subjetivo¨ en Desvalimiento y reparación. Ética para un psicoanálisis situado¨ 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Entreideas, 2023.

  • Byung-Chul Han. ¨La tonalidad del pensamiento¨ 1ª ed – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Paidós, 2024.

  • Bleichmar, S. ¨La subjetividad en riesgo¨. 1ª ed. 1ª reimpr.- Buenos Aires: Topia Editorial, 2005. 

  • Bion, W. (1962) «Aprendiendo de la Experiencia»

  • Bion, W. R. (1979). Elementos de psicoanálisis (Trad. J. L. Etcheverry). Paidós.

  • (canción)  Duki. ¨Cicatrices¨

Dra. Diana Altavilla
Dra. Diana Altavilla
Psicóloga. Psicoanalista. Dra. en Psicología.
Investigadora en Problemáticas de Lo autolesivo.
Asesora del MSN en Lineamientos de atención para niños y adolescentes y riesgo.
Pte. Capítulo Suicidio y Lo autolesivo de la Asociación Argentina de Salud Mental.
Representante IASP y OPS para Unidades Centinela.
Docente UBA y USAL.
Miembro de Forum Infancias.

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