Vulnerabilizadxs. Infancias y adolescencias, salud mental y «solucionismo tecnológico»
Entre las estelas que ha dejado tras de sí ¨La Peste¨, entre sus huellas, algunas más o menos subterráneas o sumergidas, tienen un lugar significativo los problemas de salud mental, en particular de niñxs y adolescentes. Un lugar significativo por su emergencia en la vida cotidiana de las instituciones que se ocupan de educar, curar, cuidar, acompañar, en la preocupación de los oficiantes del lazo que allí desempeñan sus tareas y por supuesto, en las tramas familiares y afectivas de lxs niñxs y adolescentes. Una centralidad y una atención que de ninguna manera obtiene en las agendas de políticas públicas de salud-salud mental a nivel nacional.
La ¨bisagra¨ o ¨parteaguas¨ que en no pocas dimensiones de la vida social e individual supuso la crisis humanitaria global, precisamente ese tiempo después, pasado ya el primer período crítico, visibilizó la llamada ¨pandemia¨ de problemáticas de salud mental. Ha sido una situación disruptiva que condensó e intensificó procesos que se venían generando desde hace tiempo. Los modos en que nos anoticiamos de esas situaciones y de las demandas que portan nos hablan de las dificultades de las instituciones para contener, dar un cauce a las vivencias y sufrimientos subjetivos de distinto orden que se presentaron al regresar a la presencialidad. Podemos conjeturar al mismo tiempo, generalizando, es decir, señalando una tendencia, que el haberse presentado de esos modos en los espacios-tiempos comunes –una escuela, pongamos por caso-, constituyen verdaderos llamados a la búsqueda de una recepción hospitalaria, muestra de diferentes maneras aquello que no se habría podido articular o formular subjetivamente, y nos advierte de lo que no se viene pudiendo escuchar respecto de las nuevas generaciones en diferentes ámbitos.
Hace ya tiempo también, que no podemos dejar por fuera de nuestras lecturas el poder de las tecnologías de la información y la comunicación, en especial las plataformas que sostienen las llamadas redes sociales, su omnipresencia, el lugar que van adquiriendo día a día en la producción de subjetividad, en el moldeamiento de los imaginarios y en sus modos de intervenir transformando y fragilizando el lazo social. Nuevas tecnologías del yo que articuladas por la revolución tecnológica desarrolladas a una velocidad inusitada en las primeras décadas del siglo XXI tienen un lugar central en la configuración de subjetividades bajo modos de captura y sustracción, algo que Foucault no podía vislumbrar cuando estudiaba los fenómenos del poder, los modos del disciplinamiento y de control social.
No podemos saber aún el alcance que tendrá la ola de denuncias y demandas que más de cuarenta estados norteamericanos interpusieron contra uno de los llamados gigantes tecnológicos, Meta (1), argumentando que explotaron tecnologías sin precedentes para atraer y, en última instancia, atrapar a jóvenes y adolescentes con el fin de obtener ganancias. Denuncias a las que se fueron sumando escuelas y particulares y que tomó más relevancia aún, cuando el alcalde de Nueva York la amplió al acusar a TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube de «alentar una crisis de salud mental entre los menores en toda la nación». La denuncia sostiene ¨lo adictivo y abrumador que puede ser el mundo en línea exponiendo a los niños a un flujo continuo de contenido dañino y alimentando nuestra crisis nacional de salud mental juvenil» (2). Se los acusa de ser responsables en la creación de la ¨crisis de salud mental juvenil» al diseñar intencionalmente sus plataformas para manipular y hacer adictos a niños y adolescentes a aplicaciones de redes sociales, utilizando mecanismos similares a los juegos de azar en el diseño de aplicaciones. Los estudios e informes en los que se basan constatan la utilización ¨casi permanente¨ de las redes sociales y la percepción que tienen de no poder reducir su uso. Refieren sentimientos de tristeza y desesperanza, dificultades para proseguir sus actividades habituales entre las que están obviamente las escolares. Este hecho es de alguna manera un hito en la medida en que describe la intencionalidad de las empresas en la manipulación de sujetos y poblaciones, lo ubica como grave problema en el terreno de la salud pública de las infancias y adolescencias y disputa legalmente y sobre todo éticamente su legitimidad denunciando el modo inescrupuloso de dominio y extracción de las subjetividades guiado por una lógica mercantil. Aunque es imprescindible multiplicar las investigaciones, es de suponer que no habrán de resultar muy diferentes en lo fundamental los resultados en las diferentes latitudes que están bajo el radar de estos dispositivos globales.
Anticipándose al actual estado de la situación, con un sentido de la oportunidad que impulsó la contingencia de la pandemia, las gigantes empresas tecnológicas han puesto su mira en la salud y más recientemente en la salud mental (3). Generando plataformas de datos para servicios de salud, aportando a redes de investigación, adquiriendo servicios de salud por internet, clínicas y otras empresas, su objetivo, a partir del mapeo de la salud humana, es focalizarse en el ¨bienestar psicológico¨. Ante los titulares alarmantes respecto a la salud mental, el incremento de las tasas de suicidio sobre todo en adolescentes, las grandes empresas tecnológicas anuncian una ¨solución completa¨ a la crisis de salud mental desarrollando aplicaciones específicas.
Como señalan Maschewski, Nosthoff y Couldry (2023), que un software o una aplicación testeé el estado anímico de un individuo desde su teléfono celular, una aplicación basada en escalas y cuestionarios, sostenidas en investigaciones -casi siempre financiadas por las mismas empresas-, es ciertamente desde el vamos un motivo de debate que dejamos para otra oportunidad- algo que nunca excluye que pueda brindar en algunos casos ciertos beneficios aumentando la capacidad de ¨conciencia emocional¨. Lo que ahora nos interesa señalar son los modos en los que la ¨respuesta tecnológica a los problemas de salud mental¨ invisibilizan un conjunto de dimensiones que son su soporte ético, es decir, su sentido práctico.
El primero de ellos se muestra de lleno en las declaraciones altisonantes que acompañan desde siempre los anuncios de las ¨buenas nuevas¨ para la humanidad. ¨Solución completa¨, ¨la máxima contribución a la humanidad¨, «rediseñar el futuro de la salud» «democratizar la atención médica y empoderar a las personas para gestionar su salud», «controlar el cuadro completo» de su salud general¨, forman parte de una narrativa más cerca del marketing que de la ciencia. No hace falta recordar uno de los principios hipocráticos que impide prometer la curación, basta con la experiencia de cualquier agente de salud, salud mental para advenir a cierta prudencia que reconoce los límites del saber y sus eficacias, límite que motoriza el desarrollo continuo de conocimientos y saberes. Pero se trata de sutilezas cuando lo que se busca es generar impacto y producir un consumidor, capturar un mercado. Lo que Evegeny Morozov ha nombrado como ¨solucionismo tecnológico¨ (4), alude al combo mágico compuesto por tecnología inteligente, algoritmos y aplicaciones, ante el cual ninguno de los problemas que aquejan a la humanidad se le podría resistir (5). No parece menor esta posición que articula una suerte de ida y vuelta entre oferta y demanda; al pretender responderla la reproduce, aunque falle, sus efectos no tardan en emerger. Acaso la ola de juicios que se van presentando marquen un primer obstáculo al ¨solucionismo tecnológico¨, está por verse. Lo que al parecer es más difícil de ver y está intencionalmente opacado, son los sesgos raciales, de género, de clase – entre otros-, que estas ¨soluciones totales y completas¨, traen consigo- (6); sesgos que también han sido motivo de demandas recientes de sujetos, colectivos y organizaciones- y que los informes en los que se basa la demanda mencionada no dejaron de señalar en sus datos. Así como los sesgos están invisibilizados, el enfoque de salud que propician explícitamente es que cada individuo es quien debe hacerse cargo de su trayectoria de salud, una mirada individualizante que ha sido instalada y movilizada en el espíritu de la época, y que tiene ya su campo fértil, la práctica social sistemática de consultas al ¨Dr. Google¨ es un ejemplo.
Pero si la ilusión de democratización del conocimiento ha muerto ante la evidencia de la monetización inherente a las grandes plataformas, la pretendida neutralidad que todavía se sostiene ingenuamente en gran parte de los usuarios cuando navegan, no es más que un espejismo, los discursos de minorías, no hegemónicos, alternativos o con escasa representación en Internet van a ir perdiendo espacio en este proceso de creciente normalización.
Por último, y no menos importante, los problemas que se avizoraban a finales del siglo XX cuando se anunciaba la llegada de las computadoras personales en los inicios de esta revolución tecnológica, se referían a los riesgos de intromisión que podrían significar para la intimidad, así como por su utilización autoritaria para el control de las poblaciones. Podemos decir que aquellos temores no solo no eran infundados, sino que apenas alcanzaron a anticipar las nuevas condiciones de existencia individual y social, y sobre todo el alcance de sus riesgos. Un claro ejemplo es la extracción y tráfico de información que grandes empresas mineras de datos han filtrado ilegalmente, datos que se han utilizado para interferir en la vida democrática de los estados.
Cada vez que planteamos nuestras críticas a los riesgos del avance tecnológico, lo acotamos a un tipo de desarrollo técnico desprovisto de una ética que lo piense, regule y oriente, algo que entendemos como inherente y esperable de toda innovación científico tecnológica. Y nos vemos obligados entonces a aclarar a nuestros interlocutores el aprecio respecto de las ventajas y beneficios que los desarrollos tecnológicos nos brindan y podrían generar para paliar distintas dimensiones de nuestra crisis civilizatoria. Pero habitamos el tiempo cuyo motor es la reproducción del capital, el eje, un afán de lucro sin límites cuyos efectos se observan en la ausencia de cautela y cuidados por los efectos de las innovaciones tecnológicas que van acompañadas de un relato omnipotente cuasidelirante. Entendemos que allí se juega cada vez, sin temer la grandilocuencia de la expresión, el destino de la humanidad. También cada vez que sostenemos estas críticas estamos advertidos de no excluiros de sus influjos, no hay en este territorio exterioridad posible.
Como vemos, este itinerario por una de las circunstancias principales de la actualidad en la que se desenvuelven los avatares de la transmisión entre generaciones se desmarca de la noción de riesgo pensado exclusivamente como riesgo individual, y subraya los aspectos que inciden e impactan en la vulnerabilidad intrínseca de niñeces y adolescencias, es decir, en la serie de condiciones que las vulnerabilizan. Si pensamos en el fenómeno creciente de las apuestas virtuales y las problemáticas de las adicciones. ; cuando constatamos los virulentos y masivos fenómenos de identificación que se producen sobre todo en la población adolescente intensificando riesgos que son inherentes a ese tiempo de la vida; si observamos los modos de la crueldad y las violencias que se instalan en las relaciones entre niños, adolescentes y adultos vía redes sociales, pero no solamente allí, la tendencia odiadora o hater o el cyberacoso; si tomamos el fenómeno de los inescrupulosos desafíos virales, no es difícil considerar que como menos son impulsadas por las nuevas condiciones de la vida social y subjetiva inmersas en las tecnologías de la información y comunicación.
Hemos tenido en nuestro país recientemente dos situaciones-señales que nos alertan respecto del riesgo cierto del pasaje al acto homicida a escala masiva (7), algo que EEUU conoce lamentablemente hace tiempo y que Bifo Berardi arriesga a pensar como una forma de suicidio a través de otros. (8) Coincidimos con él cuando afirma que el suicidio se está convirtiendo en un agente de la historia política que ofrece una perspectiva fundamental del presente, y que revela trágicamente las dificultades de elaboración de este tiempo. Y dice más, cuando lee la ¨epidemia¨ de suicidios como consecuencia del stress social, el empobrecimiento afectivo y el constante asalto sobre la atención.
El discurso del funcionamiento (Benasayag, 2021) (9), del solucionismo/aplicacionismo se articula muy bien con cierta tendencia de las instituciones a sostenerse en una dinámica instrumental, procedimental que se acerca a lo que Fernando Ulloa denominaba cultura de la mortificación, caracterizada por la desvitalización, la fragmentación y la desconexión entre sus integrantes, quienes constituyen esa cartografía de lazos y son capaces de reconfigurarla. En la misma dirección, nos transmitía Mauricio Seigelchifer(10) sus reflexiones sobre el presente cuando nos recordaba que en la antigüedad ¨los hombres¨ construían autómatas a imagen y semejanza de los humanos –para halagar y complacer al monarca y a la corte-, señalando paradójicamente como hoy en la vida política, social e institucional, humanos imitan a los autómatas cuando encarnan y perseveran en cierta apatía que redunda en la reducción de la complejidad a través de discursos simplificados al extremo, repetidos una y otra vez, formas de funcionamiento que replican la lógica y los procedimientos de las aplicaciones.
¿Cómo afrontar estas condiciones de vulnerabilización de las infancias y adolescencias? ¿Cómo hacer frente a la lógica de los autómatas? Para hacer trabajar esta pregunta tal vez debamos afrontar las vivencias de desorientación que nos embargan.
Será posible como sostiene Tristán Harris, un ex diseñador ¨Ético y Filosófico¨ de Google que aboga por un cambio fundamental en los desarrollos y usos de las nuevas tecnologías, generar tecnologías que no exploten nuestras vulnerabilidades, no lo sabemos. Por ahora, hay unos debates para dar bastante complejos respecto del problema de las regulaciones externas, la construcción de encuadres para el uso de las redes sociales y la inteligencia artificial en diferentes contextos institucionales, lo que siempre requiere no eludir las discusiones, las fricciones al interior de cada comunidad, y asumir, como sugerimos nuestras desorientaciones. Precisamente, hace poco Graciela Frigerio proponía una frase de Pierre Legendre como punto de inicio para una conversación a sostener, a pesar de las dificultades y las circunstancias difíciles en el que cada vez más se desempeñan las tareas de educar, curar, cuidar, acompañar, o precisamente a propósito de las mismas(11). “Les propongo sencillamente un ejercicio de desorientación. Difícil ejercicio que requiere de cada uno de nosotros la capacidad de romper por un instante con su equilibrio habitual, es decir, con sus ideas preconcebidas y la rutina mental”. Una ruptura que se diferencia de la desorientación que nos generan las transformaciones y aceleraciones de este tiempo y que abre a pensar sobre qué asuntos y problemas es necesario pensar para reorientarnos en estas turbulencias, en estas oscuridades. No es sin ese ejercicio de desorientación que podremos combatir nuestros automatismos de pensamiento y acción, y mejorar las condiciones de nuestro quehacer.
Laurence Cornu, nos convocaba a hacer la experiencia de la confianza(12), decía, cultivar la confianza y, agregamos nosotros, en tiempos de desconfianza, cuando constatamos que parece haberse apagado la voluntad de actuar en la marcha de los acontecimientos que construyen lo común. Eso requiere desafiar la tendencia a la fragmentación y desconexión al interior de las instituciones y comunidades, los desfasajes y cortocircuitos entre sistemas y sectores, las fracturas dentro de los propios equipos. Sostenernos en la polifonía de voces que caracteriza el andar por las instituciones -que por momentos pueden transformarse en ruidos ensordecedores o silencios mortíferos– para incidir en el proceso de transformación de las demandas que allí se expresan.
Ser cuidadosos y activos en el modo de formular los problemas individuales/grupales/institucionales, establecer buenas preguntas, sostener los dispositivos que nos ayudan a inventar otros nuevos. Ya que en el enfoque que apuesta a las soluciones tecnológicas – y que parece diseminarse en las interacciones de la vida cotidiana-, los contextos, el entorno, las condiciones sociales, la situación institucional y de trabajo, la inserción comunitaria o grupal y el modo de uso de los dispositivos portátiles no forman parte de la compleja trama que configura la salud-salud mental de cada quien y los sufrimientos subjetivos que ha de atravesar. Seguir interrogando los avatares, los encuentros y desencuentros, las interferencias en la transmisión entre generaciones, supone, entre otras cuestiones, la necesidad de estar informados, estudiar, investigar, escuchar, es decir, reactivar la posición crítica y clínica inherente a nuestros oficios, estar disponibles para sostener una práctica de la imprevisibilidad.
Nota: Agradezco a Martin Kovensky, gran artista plástico y buen amigo el dibujo con el que ilustramos la carátula de este artículo.
Lic. En Psicólogía. Psicoanalista.
Mg. en Salud Mental Comunitaria.
Referencias
- https://www.lanacion.com.ar/sociedad/dano-considerable-ofensiva-en-estados-unidos-contra-facebook-e-instagram-nid24102023/. – Consultado el 19/8/24.
- https://www.pagina12.com.ar/712985-nueva-york-demando-a-cinco-empresas-de-redes-sociales-por-pr – Consultado marzo 2024. Publicado el 13/3724 en la página web oficial de la alcaldía de Nueva York. Consultado el 19/8/24.
- Felix Maschewski; Anna-Verena Nosthoff y Nick Couldry (2023): La salud mental en manos del capitalismo tecnológico; Nueva sociedad. Enero 2024. https://nuso.org/articulo/salud-mental-tecnologia-apps-capitalismo/. – Consultado el 19/8/24.
- Morozov, Evegeny (2013): La locura del solucionismo tecnológico. Buenos Aires. Katz Ed.
- Referido en el artículo El desierto de lo virtual, Felix Maschewski y Anna-Verena Nosthoff. Nueva sociedad. Marzo 2023 https://nuso.org/articulo/tecnologia-inteligencia-artificial-capitalismo-silicon-valley/. – Consultado el 19/8/24.
- Busaniche, Beatriz (2024): “La Inteligencia Artificial no piensa, no aprende, no decide”. El País. – https://elpais.com/america/lideresas-de-latinoamerica/2024-07-31/la-inteligencia-artificial-no-piensa-no-aprende-no-decide.html – Consultado 20/8/24.
- https://www.pagina12.com.ar/762190-un-libertario-amenzo-con-matar-estudiantes
https://exactas.uba.ar/novedades-sobre-la-denuncia-por-amenazas/
https://www.pagina12.com.ar/770133-la-universidad-nacional-de-la-matanza-aclaro-que-ningun-estu – Consultado 12/10/24. - Berardi, Franco ¨Bifo¨ (2016): Héroes Asesinato masivo y suicidio. Buenos Aires. Akal.
- Berardi, Franco ¨Bifo¨ (2016): Héroes Asesinato masivo y suicidio. Buenos Aires. Akal.
- Seigelchifer, Mauricio (2024, septiembre) Los Autómatas. Página12. https://www.pagina12.com.ar/768919-los-automatas – Consultado 12/10/24.
- Jornadas ¨Nuevos, viejos fundamentos para los oficios del lazo. Ejercicios de desorientación¨, 28 de septiembre 2024, organizado por Ateneos de Pensamiento Clínico.
- Korinfeld, D (2024): Cultivar la confianza en tiempos de desconfianza, en La confianza en los territorios educativos. A partir de la obra de Laurence Cornu. María Beatriz Greco ( comp). Rosario. Hommo Sapiens.