La Ronda, Territorio poético y político del Nivel Inicial

Ilustración de unos niños y niñas jugando en ronda, por Laura Jaite.

¿Debe el hombre devolver sus amores?
¿Debe el bardo devolver su palabra?
¿Debe el mundo devolver sus figuras?
¿Quién prestó todo esto?
Aunque no lo sepamos
quizá nuestra función
es volver a prestarlo,
en una incierta ronda
de préstamos rotativos:
pétalos, amores, palabras, figuras.
Préstamos y no devoluciones,
ya que parece no haber nadie
a quien devolver nada.

Roberto Juarroz

La experiencia no es “lo que pasa” sino “lo que nos pasa”. Muchas de las cosas que nos pasan en el Jardín se hacen en ronda. ¿Cómo estamos en el Jardín? En ronda: sentados, parados, quietos, en movimiento, jugando, narrando, contando, cantando, aprendiendo. La configuración circular de la ronda arma un espacio otro en la superficie de la sala. Un territorio de lo común. Cabemos todos en ella. Lugar de presencia, de estar juntos. Figura-fondo de la grupalidad.

Su circularidad, lo concéntrico, convoca, nos llama a estar allí.

La ronda no está dada y aunque surja de lo espontáneo hay que hacerla entre todos. Es una invitación, un armado. Oportunidad de proximidad de los cuerpos, las ideas, los afectos, los saberes. Es una propuesta y una promesa.

El límite lo hacen (son) los cuerpos, que arman el perímetro de la ronda. Un límite membrana que es permeable entre un adentro y un afuera. Cuerpos uno junto a otro, en proximidad. Estar juntos supone al mismo tiempo ser afectados y afectar. La ronda como liminalidad, un umbral, un lugar y estado de pasaje, una transición de un sitio o de un tiempo a otro.

Territorio para…

Así la ronda se hace territorio para las infancias y los docentes en el Jardín porque se habita de vivencias, de los que hacemos en ella juntos. Terreno fértil en el cual sembrar significados. Y poblarlos de presencia, de sentidos, saberes y experiencias compartidas.

La forma de habitar el territorio es transitándolo y dejando nuestras huellas (materiales, simbólicas, linguisticas, etc.) Los espacios son como la gente, dice Pablo Neruda; nacen, crecen, se transforman, a veces tienen aventuras. En el territorio sentimos, percibimos, actuamos, nos conmovemos y relacionamos. Entonces en la ronda cada uno cuenta.

Estar en (la) ronda, formar parte (participar), se torna una posición espacial, temporal y subjetiva en el Jardín.

En la ronda se habita en gerundio: compartiendo, conversando, cantando, contando, jugando, “bienviniendo”, despidiendo, celebrando, mirando, esperando…

Aquí las palabras, los gestos, las miradas, los saberes, las preguntas, los objetos y relatos circulan, se comparten. En la experiencia de hacer ronda se entrecruzan lo lúdico, lo pedagógico y lo vincular y se potencian.

También es un ritual en el Nivel Inicial. Nos damos la bienvenida y nos despedimos, las lecturas que se ofrecen, una materialidad que intentamos conocer, analizar, dar a ver, sentir, oír, palpar se hacen ronda. Momento solemne porque nos convoca a todos, a hacer algo especial, “importante”. Por ello todo esto que pasa y es parte de la cotidianeidad de estar en ronda en el Jardín, se transforma en rito. Hace que el tiempo, quienes participan, lo que sucede, el clima, se tornen importantes porque adquieren sentido.

Territorio estético

La ronda tiene su manifestación estética. Una estética que es ética del reparto de lo sensible, lo que damos a sentir. El filósofo Ranciere nos habla del reparto de lo sensible, de un común que se reparte (espacios, tiempos, formas de actividad). Este común ofrecido a la participación también visibiliza a quienes pueden tener-ser parte de él y quiénes no. Ser o no visible en un espacio común. Es en la ronda donde se materializa y vivencia la participación plena (se la posibilita). Un todos que somos cada uno, un “común” que se construye en el Jardín. Una ronda que es y tiene sentido porque allí cabemos todos.

Hacer (nos) lugar en la ronda es un hecho cultural. Se reparte desde una posición de equidad, todos, cada uno vale (sus cuerpos, su singularidad, palabras o silencios, opiniones, sus emociones y afectos, saberes previos y en construcción). Valores puestos en ronda.

Cada individuo es un fragmento de tiempo y de espacio entrecruzados.
El tiempo se hace espacio en territorios de intimidad, y el espacio se hace tiempo en proyectos y olvidos.
En algunos encuentros, el tiempo se hace oportuno y el espacio refugio.

Daniel Ripesi
Niños pequeños en ronda.

Territorio de la ternura

La ronda en el nivel inicial se constituye en territorio de la ternura. ”la ternura disuelve esa línea ilusoria que divide las aguas de la separación y del encuentro” nos recita Juarroz en su Poesía vertical (XII-33). Entonces la ronda es “entre”. Entre todos, entre risas, entre lo singular y lo colectivo. Territorio en donde cabemos todos, un modo de estar juntos: en ronda. Una manera de participación que potencia los gestos, las palabras, las ideas, opiniones y sentires de todos.  Potencia de cada uno pero también de lo grupal. Un espacio de resonancia para ejercitar la empatía, el reconocimiento del otro, la riqueza del intercambio. Se da lugar a cada voz y se va hilando un entramado de escucha. Resulta tan importante hablar como escucharnos. En la ronda cabe lo diverso, se (le) hace lugar. Puede volverse refugio ante los miedos, los dolores. Podemos hablar de lo difícil, de lo profundo porque allí se abre un espacio y tiempo de intimidad. Y cuando compartimos una pena con otros se hace un poquito más liviana. Pero también abraza las risas, las ocurrencias, lo que cada uno trae y ofrece (y lo que nos llevamos de la experiencia). Se celebra la alegría. En la ronda siempre dejamos y nos llevamos algo, sumando huellas de lo recorrido juntos, de esas experiencias que nos modifican en cierta medida.

Entonces la ronda también es lugar de cuidado, un cuidado con anclaje relacional y situado. Espacio que conjura los gestos mínimos, aquellos que conforman la pedagogía del cuidado, que propician la reciprocidad, que alojan los afectos. La ESI en el Nivel Inicial se hace ronda

Territorio de lo poético

  • El decir de Lilina Bodoc, “las palabras son de todos” se hace presente en las rondas del jardín, ejercitando la democracia, la participación de todos y cada uno. La palabra circula. Tomar la palabra en ronda es también ejercicio de autoría para niños y niñas, hacerse responsables de lo dicho, reflexionar acerca de lo que se piensa y se siente, crear. Visibilizar el valor del decir y de la escucha.

Honrar la(s) existencia(s). Sujetos que se rebelan y revelan en su decir. Hacerse y estar presentes.

Las rondas propician movimientos y tempos, alternancias de palabras, escucha, miradas, gestos, sonidos, objetos, historias, sentires, melodías, imágenes. Vaivenes pendulares que necesitan de espera, de pausa, de prestar atención. Lo que hacemos en ronda rompe con lo unidireccional, se dinamiza y expande. Lo poético, siguiendo las ideas de Bodoc, es hacer de lo cotidiano algo maravilloso. Mostrar otras realidades, revelar que hay un mundo por hacer.

Territorio político

 En épocas como la nuestra, veloces, de urgencias, de dispersión e individualismo; la ronda nos abre un paréntesis. Se configura como propuesta pedagógica contra-hegemónica. Nos reúne.

Armar ronda es armar lazos, hacer un lugar en la sala para habitar y no solamente para ocupar. Es un trabajo artesanal que requiere como materia prima saberes diversos que se irán entramando y transformando en el hacer de la tarea compartida.

Todo es ronda
Los astros son ronda de niños, jugando la tierra a espiar...
Los trigos son talles de niñas jugando a ondular..., A ondular...
Los ríos son rondas de niños jugando a encontrarse en el mar...
Las olas son rondas de niñas, jugando la tierra a abrazar…

Gabriela Mistral
Ilustración de unos niños y niñas jugando en ronda, por Laura Jaite.

De la ronda a la cuadrícula. La espacialidad en la educación.

Casi que nos despedimos de la ronda cuando terminamos el Jardín. La configuración del espacio en los niveles venideros (primaria, secundaria, terciaria y universitaria) traza otras disposiciones espaciales, abandona la caricia y el cobijo de lo curvo, aquel entrelazado curvilíneo. Se arma a partir de paralelas y perpendiculares, cuadrículas. Ya no nos reúne un centro, como al calor y la luminosidad de un fuego. Pasamos a mirar al frente porque es allí donde “lo escolar” sucede. Los intercambios se vuelven rectilíneos, se pierde el movimiento en espiral que nos involucraba a todos.  Se nos escapan miradas, gestos, quizás algunos decires. Se aplaca el movimiento, la sensación de fraternidad de la ronda se diluye y algunos quedan por afuera. En la ronda podíamos darnos las manos, palabras, ofrecernos sonrisas: aquí nos damos “la espalda”, “la nuca”.

Lo que sucede en el espacio del aula abandona lo concéntrico y se vuelve alternancia en donde el centro es cada uno pero ya no todos juntos. Esta disposición de filas y columnas hacia el frente que es el lugar del docente (del conocimiento, de la autoridad) responde a una espacialidad del orden y el control, mientras que en la ronda el docente está incluido. Allí nos igualamos en la posibilidad de ser enseñantes y aprendientes.

Se la extraña a la ronda que a veces aparece en los recreos: divertida, en movimiento, o íntima sentados convidando a la charla. De vez en cuando algún maestro o profesor la ofrece, propone  armarla generando una dinámica tiempo-espacial que invita a otras experiencias. Se siente (Puede sentirse) como algo “novedoso” pero una vez en ronda regresamos (con cierta nostalgia) a un territorio ya transitado.

Volver a la ronda es volver al abrigo del Jardín, porque fuera de ella quedamos todos (alumnos y docentes) un poco a la intemperie.

Autora del artículo: Lic Laura Jaite

Profesora Nacional de Bellas Artes (Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón”). Licenciada en Artes Visuales (UNA). Ilustradora. Psicopedagoga (IES N°1 Alicia Moreau de Justo). Licenciada en Psicopedagogía (UFLO). Docente de Expresión Plástica en nivel primario y secundario. Coordinadora de talleres de expresión plástica en centros de día, con adultos mayores institucionalizados, en centros de rehabilitación traumatológica, neurológica y respiratoria. Facilitadora de talleres sobre ESI y lenguajes expresivos en nivel primario. Psicopedagoga clínica con niños, niñas y adolescentes. Miembro del Equipo Interdisciplinario en Educación Especial. Autora de artículos sobre arte y psicopedagogía, arte y tercera edad, arte y rehabilitación en congresos y jornadas profesionales.
Miembro del Forum Infancias.

Bibliografía

  • Bodoc L. (2017) Programa: Los confines de la Palabra. Lo Poético. Canal Encuentro. ¡ Ver aquí !

  • Brailovsky D. (2020) “Pedagogía del Nivel Inicial. Mirar el mundo desde el Jardín”. Noveduc. Buenos Aires.

  • Maltz L. (2021) “Vaivenes de la Ternura. ESI en el Nivel Inicia” Noveduc. Buenos Aires.

  • Ranciére J. (2014) Reparto de lo sensible. Estética y Política. Prometeo. Buenos Aires.

  • Skliar C. (2011) “Diez escenas educativas para narrar lo pedagógico entre lo filosófico y lo literario” En Revista Plumilla Educativa,8, pp11-22-https://revistasum.umanizales.edu.co/ojs/index.php/plumillaeducativa/article/view/477

  • Skliar C. (2019) “Pedagogías de la Diferencia (Notas, fragmentos, incertidumbres)”. Noveduc. Buenos Aires.

  • Skliar C. (2020) “Mientras respiramos en la incertidumbre”. Noveduc. Buenos Aires.

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