Infancias Apuradas
Actualmente llegan a consulta los papás de muchos niños/as o adolescentes diciendo:en la escuela me piden una consulta psicopedagógica para saber qué diagnóstico tiene mi hijo/a, ya que no escribe, no lee, no copia, no presta atención y muchos no más.
La etimología de la palabra diagnóstico proviene del griego: diagnostikós con su prefijo “diag” que significa “a través”, gnosis: conocimiento y el sufijo tico que significa:” relativo a”.
En medicina el diagnóstico se realiza a partir de la observación de los síntomas que presenta el paciente, (dolor de cabeza, fiebre, tos), y se complementa con análisis de sangre, orina y estudios de imágenes de alta tecnología que permiten “conocer” qué enfermedad está afectando el organismo de este paciente.
¿Que implicaría el diagnóstico psicopedagógico? ¿Qué conoceríamos a través del diagnóstico psicopedagógico? ¿Relativo a qué o a quién? El diagnóstico psicopedagógico Implica un tiempo consistente en el cual es imprescindible conocer y comprender a ese niño/a o adolescente que padece un sufrimiento, y que llega marcado por no poder lograr aquello que la media social, espera de él: ya tendría que escribir, leer, copiar, resolver, operar lógicamente. La mirada en este proceso es hacia un sujeto, que sufre diferencias sentidas como minusvalías, como discapacitantes la mayoría de las veces, y que compromete y condiciona su cuerpo, sus emociones, su inteligencia, sus relaciones y su posicionamiento frente a eso por aprender.
¿Cómo se sienten esos niños/niñas que pasan diariamente cuatro o cinco horas en la escuela, recibiendo información, consignas, actividades a una velocidad dispar a lo que ellos van pudiendo asimilar? Ese mundo cotidiano y de confianza que debería ser la escuela, se transforma, entonces, en un territorio extraño que los deja por fuera con la marca de la no pertenencia.
Es necesario entonces que abramos el espacio al diagnóstico psicopedagógico priorizando la construcción de un vínculo de confianza, de respeto por los tiempos de ese niño/a, adolescente que llega a consulta en la mayoría de los casos ya marcado por la frase: “no estás cumpliendo con lo esperado”. Ofrecer un espacio para alojarlo, escucharlo sin la sanción de dicha premisa. Abrir el espacio del diagnóstico a la pregunta ¿Qué le está pasando a este niño/a o adolescente que no puede aprender?
Partiendo de esta pregunta, en cada niño/a o adolescente que inicie un proceso de diagnóstico psicopedagógico se encontrará una respuesta y modalidad de aprendizaje única, singular, diversa, compleja, irrepetible, ya que la subjetividad de cada uno de ellos, con su especificidad será puesta en juego, en ese vínculo terapéutico de sostén, de guía, de mirada amorosa y subjetivante.
Se trata de comprender lo que le sucede a cada niño/a o adolescente en la complejidad del proceso singular del aprender, considerando el entramado que implica apropiarse de este, teniendo en cuenta todas las variables puestas en juego: un deseo, un tiempo, un espacio, un sentido, un cuerpo, todas las funciones mentales del cerebro en el tejido de lo intersubjetivo, de lo afectivo, de lo histórico, de lo social y propio de cada época. En esta complejidad, por supuesto, se implica un organismo:“(…)los estudios de la neurociencia muestran que el sistema nervioso está construido para ser captado por el sistema nervioso de otros, resonar con ellos y participar de sus experiencias. Las fronteras entre uno y los otros resultan permeables. La neurobiología y la neurología han aportado la noción de plasticidad neuronal, noción que podría referirse bajo la idea de que la experiencia deja huella en la red y en los circuitos neuronales y que las neuronas poseen la propiedad de transformarse como efecto del medio ambiente” (Ansermet y Magistretti, 2006). Desde esta perspectiva se puede pensar entonces el aprendizaje como posible en el encuentro con el otro y no determinado desde la biología.
En el apuro de encasillar los procesos de aprendizaje de un niño/a o adolescente en la nomenclatura de un diagnóstico, encastrándolo en un trastorno del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) para luego aplicar programas de tratamiento anula su oportunidad como sujeto de historizar, libidinizar, significar su deseo de aprender y construir sus recursos cognitivos, enlazándolos en el encuentro con el otro, que acompaña, aloja y hace de puente con el saber.
El DSM I surgió del intento de realizar una clasificación de trastornos mentales en materia de salud mental (1952). El proyecto original del DSM contemplaba la elaboración de una clasificación que diera cuenta desde un marco sanitario, como estaba conformada la población en términos de salud mental. Luego fue atravesando modificaciones hasta llegar a la variedad de trastornos hoy descriptos en sus páginas para las infancias, basándose en un afán cientificista hegemónico que clasifica niños sin subjetividad. “La subjetividad se sustenta en la sustancia del cerebro, pero está hecha de tiempo y lazo”, como dice el Dr. Juan Vasen.
Juntar datos rápidamente, basados en cuestionarios, y ubicarlos en un trastorno, focalizando sólo en optimizar el rendimiento de ese sujeto convertido en objeto, es característico de los diagnósticos psicopedagógicos solicitados hoy con urgencia. Byung Chul Han dice:
recopilar datos y más datos sobre nosotros y el mundo no explica el mundo mejor, es solo un dataísmo sin sentido”
ADD; Disléxico, THAD, TEA, nombres que no nombran lo que cada niño/a o adolescente atraviesa, sino que enuncian síntomas, criterios, sin permitir la entrada a la singularidad de cada uno.
Los papás de Gaspar (4 años) llegan al consultorio solicitando un diagnóstico psicopedagógico ya que les dicen en la escuela que es hiperactivo, y que no presta atención y por lo tanto no aprende. Quizás tiene déficit atencional, dice su mamá. Gaspar concurre por primera vez al jardín en el 2021, ya que el año anterior no hubo posibilidad presencial producto de la pandemia. Los papás cuentan que no salen a la calle con él porque corre y les da miedo, que parece no escucharlos cuando le dicen que no haga algo, describen que ellos trabajan en la casa y él toca todo. Un dato significativo que relatan los papás es que perdieron un bebe de meses un par de años antes del nacimiento de Gaspar, por haber nacido con una enfermedad genética.
A partir del proceso diagnóstico se pudo ir indagando la posibilidad de simbolización del niño a partir de su juego y su lenguaje, indagando el modo de circulación libidinal propiciado por los padres para que Gaspar abriera su interés por nuevos objetos.
Este proceso se sostuvo a partir de entrevistas con los padres y sesiones de hora de juego individuales con el niño.
En los encuentros con el niño, Gaspar quería jugar con todo y todo al mismo tiempo. Se observaba cierta inconstancia en la exploración de los materiales.
Podía usar los juguetes simbólicamente. Era un niño que habita el lenguaje, con buen nivel de comprensión, aunque con cuestiones fonológicas para trabajar. Sin embargo, su inconstancia, despliegue corporal y uso del espacio mostraban un niño sin bordes.
Escuchar la narrativa de estos papás, teniendo en cuenta que es a partir de estas figuras cómo se construye el deseo de aprender, y son quienes transfieren inconscientemente expectativas, frustraciones, permitió en este proceso diagnóstico construir las primeras hipótesis de trabajo con el fin de comprender por qué para Gaspar era complejo detener el movimiento y prestar atención.
En la continuidad de sesiones fueron apareciendo escenas cortas relacionadas con animales que se portaban mal, y había que retarlos. Él lo hacía con entusiasmo, “eran otros los que se portaban mal”. Gaspar necesitaba preguntarlo y aclararlo: “fue el caballito el que lo empujo, yo no”.
Esteban Levin escribe: “El juego es el modo que tienen los niños de producir la experiencia actuante, la simbolización en acto de todo aquello que les pasa, que no entienden, los alegra o preocupa”. Se desplegaba en ese jugar lo que a Gaspar le preocupaba y el juego le permitía atravesarlas para ir abriendo otros sentidos.
Desde el inicio del proceso diagnóstico se trata de habilitar espacios de escucha, en los cuales el terapeuta deberá estar dispuesto a alojar, a dar tiempos sin acallar con medicación, o entrenamientos de conductas que parecerían disfuncionales.
Poder pensar las infancias de hoy apuradas por la vertiginosidad de los tiempos de un mundo sin tiempos, ni procesos, es fundamental teniendo en cuenta el entramado e intersección entre construcción psíquica, subjetividad, corporeidad, y en la que están incluidos los condicionamientos biológicos sin tomar a los mismos como determinantes.
Partiendo del concepto de que el aprendizaje es un proceso a partir del cual el sujeto produce conocimientos, y por el cual puede acceder al dominio del campo social, es de suma relevancia entonces dar lugar a una mirada diagnóstica amplia, que abarque la complejidad de dicho proceso, atendiendo las particularidades subjetivas de cada uno, dándonos, dándoles el tiempo necesario para el tejido de dicho proceso.
Autora del artículo: Lic Cecilia Cavagnaro
Licenciada en psicopedagogia (Universidad del Salvador). Arteterapeuta (Fundación Carl Jung). Ex miembro del equipo de atención de niños de alto riesgo en el Hospital de San justo. Ex miembro del equipo de supervisión del programa psicopedagógico para atención de adolescentes de la Universidad Nacional de San Martín. Actualmente Miembro de Asociación Forum Infancias Red Federal y del Forum Morón. Experiencia en atención clínica psicopedagógica en instituciones públicas privadas.
Bibliografía
Juan Vasen: (2022) “Diez claves para comprender el padecimiento infantil y juvenil”. Editorial Noveduc.
Esteban Levin (2018) “Autismos y espectros al acecho”. Editorial Noveduc
Stagnaro J.C. (2006) Nosografía en psiquiatría” En Suarez Richards, M (Comp).
Silvia Schlemenson “La clínica en el tratamiento psicopedagógico” Paidos Psicología Profunda.