Una Palabra Conseguida
Lucas casi no habla, casi no mira, casi no juega. Cuando nos encontramos con niños como él, severamente aislados ¿Podremos introducirnos en el laberinto de esas infancias, su infancia, una infancia que no está pudiendo ser para construir una experiencia transferencial y a partir de ese lazo armar, además, un diagnóstico de la posición de este niño en relación con el cuerpo el otro, los objetos, los juguetes? Un diagnóstico como posición, como posibilidad de pensar la lógica de un sufrimiento y no como un ejercicio de taxonomía clasificatoria. También, como minúscula parte de una batalla cultural frente a las concepciones de lo humano que impregna el neo-tecno-liberalismo centrado en reparar rápidamente (y sin preguntar demasiado) aquellas funciones alteradas por genes aparentemente descarrilados de sus códigos o neurotransmisores desorbitados.
La experiencia nos va llevando a pensar el juego como una experiencia compartida de satisfacción que se abre en el encuentro con niños que casi no pueden jugar. Ofrecerse a jugar crea el campo sobre el que la transferencia desplegada se convierte en el fertilizante.
«En la fertilidad crecía el tiempo” decía Neruda provocativamente.. (1) Lo decía alguien que nunca dejó de lado la incidencia de la realidad material de la vida cotidiana. Pero él subrayaba que es en la fertilidad de los lazos y los encuentros donde nacen las coordenadas compartidas. Como nace el “nosotros” de una fantasía compartida entre los niños que se asocian en un juego. Lo que el fertilizante hace crecer y desplegar para ese niño es un tiempo antes coagulado, compactado, aplastado.
No se trata sólo de potenciar una plasticidad sináptica y neuronal (tal como ocurre en un entrenamiento) sino, a partir de ella, desplegar una plasticidad simbólica. (2) Se trata de que, en ese despliegue, se posibilite un devenir creativo, literario de lo que hasta entonces, tantas veces como mandatos inconscientes, era literal. De huellas que son mordiscos dolorosos en un lugar inaccesible.
La experiencia es planteada entonces como productora fértil de esa plasticidad mixta: simbólica y sináptica. La experiencia tiene potencialidad de metamorfosis. En nuestra clínica con niños muchas veces la gravedad de los cuadros nos lleva a toparnos con inercias y estereotipias, con bloqueos o desbordes que paralizan el juego. En esas situaciones, cuando “no hay otro remedio”, las intervenciones psicoanalíticas pueden requerir, como complemento, intervenciones psicofarmacológicas acotadas sobre algunos síntomas. Entre ambas pueden abrir vías a un despliegue lúdico y simbólico e inhibir, por lo contrario, circuitos de goce y padecimiento. Pueden contribuir así al despliegue de un jugar que no sólo adiestre o imite, sino de un jugar que permita al niño inventar al hombre. (3)
Porque el caminante, (...) no lleva
al valle un puñado de tierra, la inefable para todos,
sino una palabra conseguida, pura (...)
No estamos aquí para decir: casa,
puente, surtidor, puerta, cántaro, árbol frutal, ventana,
todo lo más: columna, torre...sino para decir, compréndelo,
para decir así, como las cosas mismas nunca
en su intimidad pensaron ser
Rilke. Elegía IX (3)
Volvamos a Lucas . Tiene 5 años y vino hace uno, serio, triste, replegado y aislado. Su hermano mellizo que no era autista lo aventajaba en todo. No hablaba en primera persona y tampoco jugaba a nada. Con el correr de nuestros encuentros expuso sus miedos, el principal de los cuales era ser ¨chupado¨ por el inodoro.
Esa succión fue escenificada como corrientes de aire que él comenzó a hacer soplar, convertido en una suerte de poderoso y enojado Eolo, arrastrando mi humanidad contra las paredes, lo que causaba inmenso disfrute. Yo era su víctima. En la calle expresaba un gran temor, a la salida del Jardín de infantes, de que se le “volaran los papeles”, es decir, sus carpetas de dibujos. En los juegos, que comenzaban a adquirir mayor riqueza y dramatismo, y menos oficio mudo, el centro de la escena lo ocupaba el contrapunto ser arrastrado-resistir, ser alguien que se planta o una hojita al viento.
La apropiación que comenzaba a ponerse en juego se manifestó un día sorprendentemente en la calle. Había ido de compras con su mamá y llegados a una esquina, y a punto de cruzar la calle, su madre pretendió llevarlo de la mano inopinadamente, como siempre. Él se plantó, la miró y le dijo algo que la sorprendió y la dejó estupefacta: “¡Mío! ¡Lucas es mío!”. Mío, una palabra conseguida. Una que refleja lo que, en su intimidad, Lucas nunca había pensado ser hasta ese instante.
Leibnitz (4) se interesaba por esa condición exclusivamente humana de vivir tan sólo en el más probable de los mundos posibles. Sólo nosotros podemos encarar el desafío de crear otros, y crearnos en otros, aún cuando eso suponga el arduo trabajo de ir en contra de las probabilidades y a favor de las posibilidades. Esa tarea entraña una ética. La de confrontar, día tras día, a las apariencias de lo imposible, y “no dejar de ser un creador de posibilidades”. (5)
Al respecto sólo querría sugerir tener en cuenta la confesión de Saramago: “Sin mis personajes no sería la persona que soy. Sin ellos tal vez mi vida no hubiese logrado ser más que un esbozo impreciso, una promesa.” (6)
Freud consideraba que poetas y filósofos eran adelantados en “cuestiones del alma” pues “se nutren de fuentes que todavía no hemos abierto para la ciencia”.
Rilke, el hipertímido y replegado poeta ya citado que vivió largo tiempo encerrado en una fortaleza casi vacía, alimentó al Freud de la Gradiva, y del Poeta y el fantaseo. (7)
Horas de infancia,
cuando detrás de las figuras había más que sólo pasado
y ante nosotros no estaba el futuro.
Crecíamos, ciertamente, y a veces teníamos urgencia
de llegar a ser mayores, en parte por amor
a aquellos que ya no tenían otra cosa más que ser mayores.
Y, sin embargo, en nuestro andar solos,
nos complacíamos con lo duradero y estábamos allí
en el espacio intermedio entre mundo y juguete,
en un lugar que desde el principio
fue fundado para el puro acontecer
Elegía IV
Lo que resalto de Rilke es la idea de que se puede construir subjetividad a partir de la experiencia de ese acontecer del juego, de un “como si” de un “dale que” compartido en ese espacio intermedio entre mundo y juguete, entre personajes o personificaciones que escenifiquen la urgencia y el conflicto a pesar de que de inicio parezca que no significan nada.
Si en un niño que padece de psicosis se trata de anudar los fragmentos en una escena, en un niño con autismo se trata de recuperarlo como viviente a través de la animación de los personajes que, en ese páramo, podamos construir.
¿Dónde está el sujeto? suele preguntar el psicoanálisis.
Amelia Biaggionni, (8) en son de diálogo, también se pregunta y responde:
-“¿Dónde estás?
-Estoy aquí dentro, al final de mi relámpago”.
En el relámpago es donde hay que ir a buscar. Entre rayos y truenos. En la creación de una ínfima posibilidad improbable.
Decía e e . cummings “…mi vida -que gustaba del sol y la luna- se parece a algo que no ha sucedido”.) (9)
Difícilmente se pueda formular mejor nuestra apuesta.
Bibliografía
- 1 – Neruda, P. (1968) Las manos del Dia. Losada. Bs As 1971
- 2 – Vasen,J. (2018) ¡Niños o Cerebros? Noveduc Bs As
- 3 – Rilke, R.M ( 1923) Elegías de Duino. Abada editores Madrid 2022
- 4 – Leibnitz, G: (1714) Monadología. . Pentalfa Ediciones. Oviedo 1981
- 5 – Badiou, A (2010) Manifiesto por la Filosofia 2. Bs As Planeta
- 6 – Saramago,J: (1998) Discurso en Academia Sueca al recibir el premio Nobel de Literatura.
- 7 – Freud, S. (1907). El delirio y los sueños en la Gradiva de W.Jensen. Obras Completas Tomo IX. Buenos Aires. Amorrortu.
- 8 – Biaggioni, A. (2015) Poesia Completa. Hidalgo, BsAs
- 9 – eecummings: (1990) La habitación enorme. Nocturna BsAs (e.e.cummings es un poeta que se caracterizaba por ni usar mayúsculas ni siquiera en su propio nombre
Médico Especialista en Psiquiatría Infanto Juvenil. Psicoanalista.
Ex Docente de farmacología. Ex jefe de residentes del hospital de niños Ricardo Gutiérrez. Desempeñó varias jefaturas y sub jefaturas en el Hospital Carolina Tobar García. Co-fundador y ex coordinador del programa Cuidar cuidando. Autor de numerosos libros los últimos de los cuales son: ¿Niños o cerebros ? cuando las neurociencias descarrilan, y Diez claves para comprender el sufrimiento de las infancia y adolescencia hoy. Después de los Barbijos.